Historia de Cristo

Papini es un acérrimo defensor de
los evangelios, que comenta con el rigor de quien los valora como una fuente de
valor histórico indiscutible y, a la vez, con la piedad de quien sigue las
huellas del divino Maestro. Sus comentarios son fruto de hondas reflexiones y,
a la vez, textos literariamente brillantes. Así, al hablar del pasaje del
Niño perdido y hallado en el Templo pone en boca de Jesús: “¿Por qué me
buscáis? ¿Acaso no sabéis que yo no puedo perderme, que a mí no me perderá
nunca nadie, ni siquiera los que me entierren? Yo estaré siempre donde haya
alguien que crea en mí, aunque no me vea con los ojos, no puede perderme nadie
con tal de que me tenga en su corazón”.
Para el autor Cristo es, ante
todo, el Hijo que se sabe amado por el Padre. “El amor del esposo es fuerte, pero
carnal y celoso; en del hermano es fácilmente contaminado por la envidia; el
del amigo puede mancharse con el engaño; el del amo henchido de orgullosa
condescendencia. Peto el amor del padre hacia los hijos es el amor perfecto, el
más puro y desinteresado. El padre hace por el hijo lo que no haría por ningún
otro, el hijo es carne de su carne, una parte suya que ha crecido a su lado día
tras día (…) el padre vive para el hijo, se complace en el hijo y en el hijo se
contempla y exalta”. Para Papini, esta idea de paternidad, debidamente aplicada
a Dios, es una de las grandes novedades del Evangelio.
Admira también la autoridad del
Maestro al abolir –por ejemplo- la Ley del Talión con palabras fuertes e inequívocas.
Muchos cristianos no han entendido esto; el principio de la no resistencia ante
la violencia (“si alguien te abofetea la mejilla derecha, ofrécele la otra”) ha
sido para muchos creyentes un escándalo insoportable. No entienden que “la Ley
del Talión puede dar un consuelo bestial al que fue herido primero, pero en
lugar de detener el mal lo multiplica”.
Comentarios
Publicar un comentario