Santos de copas
“El mundo necesita jóvenes santos… santos en bermudas y chanclas; santos en escenarios de música; santos muy normales; santos con gusto; santos con piercing; santos disfrutones; santos soñadores; santos comprometidos con los marginados; santos que aman a sus perros; santos exigiendo en la calle libertad; santos divertidos; santos con ternura; santos de Erasmus; santas en bikini; santos de fiesta; santos que se ríen de los estereotipos; santos de estudio; santos con tatuajes; santos con miles de seguidores en Facebook; santos en las canchas; santas presumidas; santos muy contentos de vivir... santos de copas”.
Este es el “grito de guerra” de José Pedro Manglano, su propuesta para la nueva evangelización y el “ideario” del exitoso movimiento HAKUNA que congrega a miles de jóvenes semanalmente ante la Eucaristía para compartir testimonios, cantoa y adorar a Dios.
“Muchos europeos –dice Manglano- hemos perdido la auténtica identidad cristiana. El cristiano es un poco “perroflauta”, y eso a muchos no les entra en la cabeza ni termina de gustarles. Piensan que se trata de esforzarse por ser buena persona, pero no es eso. ¡Ser cristiano no es eso! Cristo no ha venido para que seamos buenos ni para darnos un código de comportamiento. Ha venido a decirnos:
“Vosotros sois amados de Dios y Dios quiere que vosotros participéis de su vida divina,y que seáis dioses. Por eso vengo Yo a salvaros de vuestro pecado, os libero de la muerte que os encadena y os doy el Espíritu de Dios, para que lo mismo que me ha movido a mí os mueva a vosotros. Así participaréis de mi misma vida de Dios, y estaremos unidos como el Padre y yo estamos unidos. No aguanto teneros fuera de mí”.
Perdón por la insistencia, pero no se trata de vivir junto a unas enseñanzas o prototipos; no se trata de qué puedo hacer a partir de mí mismo para ser la mejor versión de mí mismo —como gusta repetir—; no se trata de ser un inconformista con el mal ni de implicarse en iniciativas de justicia social; no se trata de portarse bien con los padres e hijos… No es eso. Ser cristiano es sumergirse en el mundo superior a uno mismo, que es divino, y dejarse enseñar y transformar por el Espíritu… Ser cristiano es dejarse divinizar.
El libro es fácil de leer. En ocasiones el autor se atreve a sugerir, por ejemplo, nueve verbos para abrirnos al misterio de Dios:
1. Busca: el misterio de Dios no se ve; no dejes nunca de buscar su misterio en todo.
2. Desea: dile muchas veces lo que te gustaría esa vida nueva suya. Al leer el evangelio o escuchar sus maravillas en la historia o en la vida de otros, desea. 3. Quita«muerte»: mentira, droga, pereza, fama, enfados… Todo eso es muerte: oponiéndote a esas mentiras, permites la entrada en el misterio de quien es la Vida.
4. Déjate ayudar: porque para entrar en este mundo que te trasciende será bueno que te dejes ayudar, desde la nada, con la conciencia de que no eres capaz solo.
5. Busca en la Iglesia, busca en los Sacramentos: busca esos ámbitos en los que el misterio se nos revela, revela, como es la Liturgia.
6. Lee.
7. Reconócete pobre: admite que te supera y sé humilde.
8. Siéntete orgulloso de estar ahí. Siente y fomenta este orgullo santo.
9. Ama: como Dios es Amor, amando todo lo que es suyo entrarás más fácilmente en el misterio de Dios.
En otras ocasiones se detiene en explicar con hondura cómo orar:
Joven, no te olvides de rezar. En cada oración tuya, si es sincera, verás refulgir un sentimiento nuevo y, con él, una idea nueva que antes desconocías y que te confortará. Y comprenderás que la plegaria es educación.
Así entiende Dostoyevskila plegaria. La piedad no consiste en hacer cosas, sino en crear un espacio en el que nos resulte posible abrirnos a sentimientos nuevos, a ideas nuevas, a fuerzas que no proceden de nosotros mismos.
Rezar —« si la oración es sincera», puntualiza el autor ruso—es vaciarse para recibir. La buena piedad es kenótica(vaciarse para llenarse). Rezar nos educa. En la oración no vamos a hacer algo nosotros, vamos a devolver, a agradecer. La piedad nos educa y nos forma en la kénosis, en el vaciamiento de la autosuficiencia individualista. Se puede ir a misa para cumplir una obligación, para hacer algo que está mandado, cosa que no deja de ser buena. Pero es algo más justo y sincero si acudimos con otra actitud: «Dios mío, gracias por venir; gracias por hacerte Pan; gracias por estar aquí. Quería devolverte el amor que me estás dando».
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