El poder oculto de la amabilidad
Magnifico
tratado de Lawrence G. Lovasik sobre la amabilidad vista como una
concreción práctica de la caridad que responde a la “reglo de oro” de la
conducta humana: trata a los demás
como querrías que te trataran a ti. A la vez considera la amabilidad como el
modo que tenemos los humanos de imitar la divina Providencia y de manifestar la
imagen de Cristo. Con todo el mundo estamos llamados a ser “particularmente
amables”, porque no hay amabilidad que no sea particular.
El libro rebosa sabiduría y tiene
aplicaciones prácticas en distintos campos. Por ejemplo sobre la amistad:
“Si quieres tener amigos, -dice Lovasik- tómate la molestia de hacer cosas por
los demás: cosas que requieran tiempo, energía, generosidad y atención. Saluda
a la gente con entusiasmo. Para una persona, su nombre es el sonido más
importante del idioma. Una de las maneras más sencillas de ganarse a alguien es
recordar cómo se llama y hacerle sentir que te importa. Invierte el tiempo y la
energía necesarios para aprenderte los nombres de los demás”.
“Haz que la gente se sienta importante, y hazlo
de corazón. Si eres tan egoísta que no puedes transmitir un poco de felicidad y
tener un detalle de auténtico cariño sin pretender obtener algo a cambio,
fracasarás. La única compensación que debes procurar lograr de alguien es la
sensación de que le has hecho un favor que no tiene posibilidad de devolverte.
Esta sensación permanece en la memoria hasta mucho tiempo después. Si quieres
tener amigos, tómate la molestia de hacer cosas por los demás: cosas que
requieran tiempo, energía, generosidad y atención. Saluda a la gente con
entusiasmo. Para una persona, su nombre es el sonido más importante del idioma.
Una de las maneras más sencillas de ganarse a alguien es recordar cómo se llama
y hacerle sentir que te importa. Invierte el tiempo y la energía necesarios
para aprenderte los nombres de los demás”.
Igualmente interesantes son las
reflexiones sobre la confianza: La confianza es una filosofía de vida
mejor que la suspicacia, que se asemeja
a un vigilante cuyo celo desmedido, además de ahuyentar a los ladrones, priva a
su amo de reposo; y sigue siendo mejor aunque la caridad se vea a menudo
engañada y decepcionada, y sufra muchas derrotas que una ligera sospecha podría
haber evitado.
La sospecha nos hace infelices,
mientras que la fe y la confianza alimentan la alegría. Incluso cuando te traicionan, a pesar del dolor causado por
la decepción, eres más feliz que si te vieras obligado a admitir que has
sospechado injustamente de otro. Si confías recogerás paz y felicidad.
Cuando la confianza está plenamente
justificada, nos anima a obrar bien y nos inclina a hacernos merecedores de
ella. Es una de las fuerzas vitales más
educativas y sanadoras. La confianza que otros nos otorgan nos lleva a
sentirnos estimulados y amados. Si queremos que los hombres sean
mejores, debemos pensar mejor de ellos.
Pero ser confiado no significa que
tengas que pasar por la vida poniendo tu confianza en todo el que se cruza
contigo. Cuando tienes series dudas y
dispones de datos objetivos, el amor no te impedirá ni esperar ni pedir lo
mejor para esa persona, sin perder la fe en su honradez; pero obrarás con
cautela a la hora de confiar en ella. No obstante, mientras el equilibrio
entre la buena y la mala opinión siga siendo inestable, el amor te llevará a
inclinarte por la primera. Aprende a perdonar a quienes son culpables de
cualquier forma de conducta equivocada.
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