Pilato y Jesús


Giorgio Agamben, filósofo y escritor italiano discípulo de Heidegger, aborda en este ensayo un tema interesante: el proceso de Jesús ante la autoridad romana representada por ese personaje tan singular que es Poncio Pilato. Desde el Concilio de Constantinopla (381) el nombre de Pilato es incluido en el credo cristiano, fijando así la figura de Jesús en un momento y lugar concretos de la historia. Pilato es un personaje muy bien perfilado en los Evangelios, es un hombre apasionado que “se maravilla mucho” (Mt 27, 14), que “tiene miedo” (Jn 19, 8), presa del resentimiento: “¿no me hablas? ¿no sabes que tengo poder para liberarte o para crucificarte?, irónico (algunos así lo interpretan cuando formula la famosa pregunta “¿qué es la verdad?” de carácter en ocasiones firme (“lo escrito, escrito está”) y en otras dubitativo (“queriendo complacer a los judíos…”), etc.
Mucho se ha escrito sobre Pilato, tanto en la Antigüedad (Padres de la Iglesia, Filón de Alejandría, etc), como en tiempos más recientes (Dante, Spengler, Pascal, etc.). La figura de este gobernador romano está llena de contradicciones, vacilaciones y cambios de opinión, por lo que su retrato psicológico es muy atractivo, llegando a afirmar Nietzsche que es “la única figura del Nuevo Testamento digna de respeto”.
Se da por descontado que el cristianismo es una religión histórica y que los “misterios” de los que habla son también, ante todo, hechos históricos. Si es cierto que la encarnación de Cristo es un acontecimiento histórico, entonces el proceso de Jesús es uno de los momentos claves de la historia de la humanidad, en el que la eternidad se cruzó con la historia en un punto decisivo. De ahí que resulta urgente la tarea de comprender cómo y por qué este cruce entre lo temporal y lo eterno, entre lo divino y lo humano, asumió precisamente la forma de un juicio procesal, aunque no es verdadero juicio porque no hay, propiamente dicha, una sentencia, ni auténtico proceso legal.  Simplemente Pilato “entregó” a Jesús para que lo crucificaran después de “lavarse las manos y declarar su inocencia.

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