Espiritualizarse
En Espiritualizarse, los autores contraponen dos formas radicalmente opuestas de comprender la realidad y vivir la vida: una centrada en el ego; otra, en el alma. La primera es fuente permanente de conflictos individuales y colectivos. La segunda constituye un remanso de paz individual y armonía social.
Los autores sostienen que, para alcanzar la deseada paz en nuestra sociedad, los seres humanos debemos espiritualizarnos. Espiritualizarse significa verse desde las profundidades del ser humano, es decir, desde el alma, y enraizarse allí para siempre. Exige, primero, perfeccionar y, luego, trascender el ego. Desde el alma, la vida alcanza su plenitud y se comprende por qué todo cuanto sucede es lo mejor para nuestro propio desarrollo personal. Entonces, y solo entonces, la paz deviene imperturbable. La espiritualidad afecta a todos los ámbitos de la vida humana, desde el modo de vivir en familia o tratar a una persona, hasta la manera de resolver un conflicto mediático o gestionar una empresa multinacional.
El camino es siempre la humildad, esa la virtud y condición propia de la criatura que se sabe pequeña delante de su Creador porque todo lo que es sabe que lo ha recibido de El. Este abajamiento permite al ser humano unirse a la voluntad de Dios sin resistencias y servir al prójimo desinteresadamente. La persona humilde comprende que, con el amor y la grada divina, lo puede todo, hasta el punto de divinizarse, participando de la misma naturaleza divina como hijo de Dios. Pero comprende también que sin Dios nada se puede. Por eso, la persona humilde goza deseando su unión con el Creador y dándole gloria como sumo bien.
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