Agua y jabón

 


Preguntaron a Cecil Beaton: ¿qué es la elegancia? Y respondió: agua y jabón. Que es lo mismo que decir: lo elegante es lo sencillo, lo útil, lo de toda la vida. Marta D Riezu nos ofrece un canon personal personal de elegancia construido no como un refugio contra la vulgaridad -la vulgaridad puede ser maravillosa-, sino contra el sucedáneo. Completa el texto un suplemento de afinidades en forma de diccionario. El mundo de este libro es fragmentario, lento, y con frecuencia aforístico. La barredura de nombres se puede leer aleatoriamente. 


Abrir por cualquier página, un rato de compañía, descubrir algo, ir a dar un paseo. Eso sería perfecto. Agua y jabón habla del amor a las bibliotecas públicas, el humor barato, los mapas, la familia Cirlot, Paul Léautaud, el encanto imbatible de los pajarillos, el paseo errante, los hippies sospechosos, las viejas pastelerías, los trenes y los zepelines, los viajes de novios de nuestros padres, la Venecia de Wagner, los perros cuentistas, comer fruta directamente del árbol, lo cursi y lo camp, el Rastro, Josep Pla, las manías, los tricornios, las mantas, Snoopy, barrer nuestro trozo de acera, Giorgio Morandi, Carlos Barral, Ricardo Bofill, el surf, la lana, el queso, los jardines. 


Lo recogido en Agua y jabón es el resultado de una trayectoria intuitiva, sensible y desordenada. Hay lealtades antiguas y otras recientes. Podremos coincidir o no con los gustos de la autora, pero, sobre todo, encontraremos una invitación al silencio, la admiración, la paciencia y la predilección por la realidad más próxima.


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