Diez camellos arrodillados



Pienso que el título del libro no es afortunado; hace referencia a Gen 24 cuando Abraham manda un siervo suyo para buscar esposa (Rebeca) a su hijo Isaac. Resulta más orientativo fijarse en el subtítulo: “La oración: experiencia y encuentro”.


Hermes Ronchi es un afamado predicador italiano que en 2016 fue invitado por el Papa a predicar los Ejercicios Espirituales a la Curia Romana. El presente libro es un derroche de sabiduría bíblica, antropológica y espiritual. 


«Si me amas, háblame. Y si no tienes nada que decirme, habla igualmente para decirme que no tienes nada que decirme, ipero háblame lo mis-mo!» (Gregorio de Nisa). 


Para el autor esto mismo sirve para el diálogo con Dios. Hay una gratuidad que debe llegar hasta la «nada» que sale del corazón, es decir hasta esas palabras que no surgen. Cuando la oración no tiene ningún eco, ninguna emoción en nosotros, se ora lo mismo, se mete un fragmento de nuestra vida aunque parezca marchita y prenderá la oración.


Ronchi recomienda una oración sencilla y humilde, como la de un girasol: “gira tu vida con el ritmo del sol, y el gran arco del cielo se refleja en un pequeño y tenaz movimiento sobre el campo, una pequeñísima historia en la tierra (...) el girasol del silencio será nuestro símbolo, que bebe el azul del cielo, el oro del sol, que se deja amar, girasol del amor pasivo”. 


La oración toca nuestro ser en lo más esencial pues “¿Qué es nuestro ser? ¿Qué es la persona? La persona es un ser en relación. La relación nos hace existir; nacemos de una relación; renacemos a toda relación. La relación es la respuesta, la llamada que nos hace existir. Vocación a la relación. Por eso podemos decir que la oración toca nuestro ser cuando la referencia a Dios es el eje de nuestra vida; en las acciones, en las decisiones, en el modo de entrar en relación, en la mansedumbre, en la justicia, en la dulzura, en la perseverancia, mi jornada tiene como eje de referencia a Dios y su Logos”. 



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