Lógica carismática
Si en “La destrucción creadora” Luigino Bruni habla de las crisis en las organizaciones motivadas por ideales (OMI), ahora trata más concretamente de los problemas que pueden surgir en las instituciones eclesiales movidas por un carisma.
La obra, basada también en una serie de artículos publicados en Avvenire, comienza con una reflexión sobre la comunidad: “Esto es lo que intentaremos hacer con esta nueva serie de artículos, en los que exploramos la gramática de las comunidades, especialmente las nacidas de carismas espirituales.El cristianismo no se puede vivir de una forma puramente individual. El cristianismo que atrae hoy es el de los individuos sin ataduras, que tal vez siguen misas y rosarios por internet, que no se atan a nada ni a nadie, solo a sí mismos y al amor propio. Un cristianismo, este, que no tiene ninguna posibilidad de futuro.
La necesidad de actualizarse es otro de los temas sobre los que llama la atención Bruni: “cuando una comunidad cree encontrar el carisma del fundador en su pasado, es la fe del carisma la que entra en crisis. Pierde contacto con la historia (...) Todas las palabras y gestos del fundador pueden ser una inspiración, la aurora, pero nunca el final de un discurso. En esto radica casi toda la madurez y responsabilidad de una comunidad carismática”.
El autor es muy duro con la dinámica autorreferencial: “Así el proceso continúa hasta que llega un día (si llega) en que alguien empieza a darse cuenta de que el carisma ha ocupado el lugar del Dador del carisma. ¿En qué sentido? Solo se conocen las palabras de la Escritura mediadas por el carisma, solo se rezan las oraciones del carisma, solo se conocen las “historias de la salvación” narradas por el carisma, solo se habla y se ama en las maneras y en las formas del carisma, solo se leen los libros del carisma. Estos mecanismos, de perfecta buena fe, si no se desactivan, son una de las principales causas de extinción de las comunidades carismáticas”.
Para Bruni una característica de estas comunidades tendría que ser la apertura, que tiene que ver con la capacidad de diálogo y confrontación de realidades distintas. Para el autor, ese diálogo conduce al enriquecimiento, a una comprensión de la propio identidad que no se puede alcanzar de otro modo, y que tiene mucho que ver con la tensión de las comunidades carismáticas hacia la misión.
Muchos de los problemas que plantea Bruni tienen que ver con la transición de la etapa fundacional a la etapa de transmisión del carisma. Entrarían aquí tanto el mito del fundador perfecto (no todas sus palabras y acciones tienen un valor carismático), como la concepción de la propia fidelidad, que después del fundador deberá ser una fidelidad dinámica. “sería un error -añade- considerar que la fidelidad al carisma consiste en la simple imitación de los modos de hacer del fundador.
En fin, un libro breve pero que hace pensar sobre el desarrollo y crecimiento de comunidades que nacen de la gracia de Dios y que el Espíritu impulsa en un momento determinado de la historia de la Salvación.
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