Fouché



Otra de las magníficas biografías de Stefan Zweig. El autor, dotado de grandes conocimientos de la historia sabe apropiarse de lo que él llamaba “el auténtico núcleo del ser”. Fouché fué un hombre de contrastes, capaz de grandes traiciones o de una dedicación ciega al servicio del gobernante en el poder. Su ambición desmedida le llevó a cambiar sucesivamente de postura con tal que sus fines inmediatos fueran satisfechos. 


Educado en la Congregación de la Oratoria, no dudó después de dejarla, en saquear iglesias y cometer todo tipo de profanaciones cuando llegó el tiempo de la Revolución Francesa. Fué el principal promotor de la masacre de Lyon, del cual resultó la destrucción total de la ciudad y la muerte de casi toda su población. Votó la muerte de Luis XVI y más tarde fué ministro de Luis XVIII, sobrino del guillotinado Luis XVI. Napoleón le hizo ministro de la Policía con plenos poderes. Le temía tanto cuanto le necesitaba. Pero Fouché supo a su tiempo oponerse a las ambiciones imperialistas de Bonaparte, aunque eso le costaría el final de su carrera política.


Zweig escribe la biografía de este hombre olvidado por la historia de Francia, porque toda la ambición de Fouché era mantenerse en el poder, incluso a expensas de su fama o prestigio político. Para lograr sus fines, era necesario disimular, manipular en la sombra, dejar correr la riada política, y hacer sus entradas en cena tan solo cuando le fuera conveniente.

Desde el punto de vista de la caracterización psicológica de este personaje, la biografía de Zweig es un excelente retrato de un hombre astuto, ambicioso, sutil y cruel, carente de escrúpulos, para quien cualquier medio justifica sus fines. Su final de vida, lo pasó tranquilamente en el campo, lejos de la escena política, reconciliado consigo mismo y con Dios.


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