Prisionero en la cuna

 


Christian Bobin (1951-2022) nació en Le Creusot, ciudad de la Borgoña, que tuvo momentos de prosperidad económica con la industria metalúrgica. En este libro, Bobin, con su estilo lírico y aforístico característico, narra sobre su infancia, en un ambiente poco atractivo aparentemente, pero que con su sabia mirada va convirtiendo en encuentro con la belleza trascendente de lo cotidiano, de los detalles, tanto ante unas flores, un mueble viejo, unas nubes, unas margaritas que florecen en un descampado, etc., como frente a la mirada o al gesto de alguien, pues ve en la naturaleza el rostro de Dios soñando


Sus reflexiones, a veces filosóficas, rezuman auténtica sabiduría: “Mis maestros del colegio me hablaron muchos años sin resultado: acaso porque hablaban desde sus certezas y no desde la ignorancia primaveral de sus almas, no he retenido nada de lo que me enseñaron. ¿Quién sabe realmente algo acerca de esta vida?”


Enseña al lector a contemplar, a ver la vida como un don, y lo cotidiano como gracia, en contraste con la sociedad del consumismo, de la prepotencia y la ansiedad... Trasfondo cristiano, sin duda: “Antes, a los niños se les enseñaba que Dios está en el cielo. Pero ¿quién les enseñará que el cielo está en la tierra, brillando por todas partes, en las cosas sencillas? Una vida sin brillo, atenta a lo simple, se parece a esos membrillos de piel suave y apariencia rugosa que, madurando en la sombra, embalsaman el aire de la despensa. Como el cuerpo de un santo después de su muerte”.


La prosa del autor es magnífica, con lirismo lleno de comparaciones muy originales. “en el vuelo afilado de la golondrina o en la interminable deriva de una nube aprendí a encontrar el alimento necesario para mi dicha”.







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