Un poco de luz


Juan Luis Lorda explica así el origen de este libro: “Estas páginas se basan en una colección de dichos y hechos curiosos o interesantes, también en vivencias y recuerdos personales que reuní para un programa de Radio Nacional de España, que se llama «Alborada». Se emite a las seis de la mañana y dura solo dos minutos y medio."


Nos encontramos pues un libro fácil de leer que nos plantea pequeñas reflexiones siempre inferiores a dos página de extensión. Los temas son muy variados, abundan los de literatura e historia , pero no faltan reflexiones filosóficas y teológicas.


Interesante, por ejemplo la referencia a Dostoievski: “En uno de sus cuadernos de notas, Dostoyevski dejó escrito: «sólo la belleza salvará el mundo». Es una nota suelta, pero se puede considerar el resumen de lo que había aprendido entre tantos extremos. Pensaba en la belleza de la naturaleza, pero mucho más en la belleza moral, en los gestos de entrega y amor, que son capaces de darle la vuelta a la realidad. Sabía que, a pesar de los horrores y las miserias de la vida, la belleza es una voz que nos recuerda que hay algo más. Recoge la frase en su novela El idiota, y ha tenido eco en mu-chos grandes espíritus y en momentos muy difíciles. Los cristianos creemos que la belleza es uno de los reflejos de Dios. Pero a todos nos toca poner belleza en el mundo; cuidar la que el mundo tiene; aumentarla con nuestro ingenio; y añadir la belleza humana de la solidaridad y de la misericordia.”


O al novelista castellano Miguel Delibes: “Hace unos años leí con gusto una pequeña novela del gran escritor castellano Miguel Delibes, “Señora de rojo sobre fondo gris”. Y me impresionó. Está escrita poco tiempo después de la muerte de su mujer y, aunque es una novela, tiene un fondo autobiográfico.Cuenta la vida de un matrimonio de cierta edad y el transcurso de los meses desde que descubren la enfermedad de la mujer hasta su muerte. Refleja sencillamente la vida normal. Y me conmovieron estas reflexiones: “Las más de las veces callábamos. Nos bastaba mirarnos y sabernos. Nada importaban los silencios, el tedio de las primeras horas de la tarde. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue, todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad.”


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