La belleza de la sexualidad


Tomás Melendo, catedrático de Filosofía por la Universidad de Málaga, ofrece en este magnífico libro un tratado riguroso desde el punto de vista antropológico y plenamente acorde con la doctrina de la Iglesia. El autor insiste en una advertencia que no está de más en un tema tan propenso a ser enfocado desde muy diferentes puntos de vista: “Muy a menudo, no advertimos la existencia de algo o dejamos sin percibir ciertas propiedades o caracteres de una persona, animal o cosa..., sencillamente, porque no los estamos buscando. Con los libros sucede algo parecido. Es preciso poner la mente en estado de búsqueda para encontrar lo que pueden enseñarnos”.


El libro será muy útil para quien busque una explicación cristiana de la sexualidad con un sólido fundamento antropológico, es decir, para quien parta de una noción cristiana del hombre pudiendo afirmar que  “el hombre, terminativa y perfectamente hombre, es amor. Y si no es amor, no es hombre, es hombre frustrado, auto-rreducido a cosa”. El hombre nace del amor, está destinado al amor y se prefecciona como hombre (como persona) gracias al amor. Quien no comparta estos presupuestos es mejor que no pierda el tiempo leyendo este libro.


A diferencia de los animales, el sexo en el hombre tiene un fin más allá de la reproducción: la participación en el poder creador de Dios y la culminación del amor esponsal. Así “A lo largo de toda la vida de la pareja, el sexo [puesto al servicio del amor] contribuye a mantener y reforzar su unión, al tiempo que el amor, a su vez, facilita la posibilidad de "sentirse” y "sentir al otro” profundamente. En el intercambio

de amor de la pareja, los gestos del cuerpo, hasta la intimidad de la genitalidad, pueden comunicar amor, forman parte de la entrega mutua, de dar y recibir el propio ser; en la confianza del amor, "comunicamos” al otro nuestros sentimientos, tales como deseos, placer, dificultades, satisfacciones, gozos y dolores”.


Este abrazo de la sexualidad a todos los aspectos de la persona dota de una gran importancia al contenido de la educación sexual, de ahí que el papa Francisco insista en que: La educación sexual debería incluir también el respeto y la valoración de la diferencia, que muestra a cada uno la posibilidad de superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro […] También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente…” (LS 155, citado en AL 285).  La sexualidad nos capacita para amar con el corazón y con el cuerpo en una entrega en totalidad, como expresión de la entrega total de la persona.


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