El poder del Bautismo

 



En este estupendo libro Didier van Havre analiza de un modo claro y fácil

de leer todas las consecuencias del Bautismo en la vida del cristiano.


El día de Pentecostés Pedro termina su discurso sobre la vida y la muerte de Jesús.

Y su auditorio le plantea una misma pregunta: «“¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”

Pedro les dijo: “Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre

de Jesucristo”» (Hch 2, 37). En unas palabras, el príncipe de los apóstoles revela

a quienes le oyen el fundamento de la vida cristiana.


El autorexplica: “Al instituir el sacramento del Bautismo, Cristo nos ha abierto

la posibilidad de sumergirnos (tal es el sentido de la palabra bautizar, en griego baptizo) en la vida divina, que es una vida de amor: el amor del Padre por el Hijo y

el amor del Hijo por el Padre, en este mismo amor que es el Espíritu Santo.

La respuesta de Pedro toma así todo su sentido: se trata, haciéndose bautizar

en el nombre de Jesús, de dejarse injertar en la vida trinitaria”.


La Iglesia perpetúa la respuesta de Pedro:

pide a quienes se acercan a ella creer en Jesucristo y pedir el sacramento del Bautismo.

Cristo instituyó este sacramento para hacernos entrar en la vida divina

que nos ofrece dándose al Padre en el Espíritu Santo.

Las palabras sacramentales designan la acción propia de cada persona divina.

Cuando el celebrante dice: «N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo,

y del Espíritu Santo», se refiere en efecto a cada persona divina, cuya acción

se prolongará en la vida del bautizado.

Estas palabras nos llevan así al corazón de la vida cristiana.


El libro se propone entrar más en concreto en la pregunta que harían a Pedro:

«¿Qué debemos hacer después de recibir el Bautismo?».

¿Cómo vivir cada día conforme a la vocación bautismal del cristiano?

En el respeto al rito de la celebración bautismal, la respuesta a estas preguntas

consiste en vivir la unión con Cristo, en comportarse como un hijo del mismo Padre,

en cooperar a la acción santificadora del Espíritu Santo y hacer propia la misión

de la Iglesia. Siguiendo un camino, finalmente, que permite vivir según el designio de Dios.


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