La mujer nueva


La relectura de “La mujer nueva” de Carmen Laforet me ha resultado verdaderamente estimulante. En primer lugar por saborear de nuevo su excelente prosa. En segundo lugar por analizarla desde el punto de vista histórico-cultural: Una sutil crítica al nacional-catolicismo.


Aunque no se cuenta entre las obras más populares de la autora, presenta un agudo retrato psicológico de los personajes y aborda, con corrección doctrinal y maestría técnica, un tema universal: la gracia divina en la vida de los hombres. La novela está considerada como una auténtica precursora de la literatura feminista en España.


Se preguntaba José Luis Aranguren, precisamente el año en que Laforet escribe su novela en un artículo: “¿Por qué no hay novela religiosa en España?”. Se refiere a esta época en la que, según la retórica oficial, España era el centinela de Occidente y que, en palabras del propio Aranguren, era «ya [sic], de una vez para siempre, católica». Oficialmente católica, pero quizá poco religiosa. Esto lo vemos muy bien plasmado en un párrafo crucial de la novela, cuando una amigos le dice a la protagonista, Paulina:


“Hablas como una puritana, hija, pero de verdad no te vendría mal enterarte de algunas cosas del catolicismo [le alecciona una amiga, Concha, a la protagonista de la novela, Paulina]. Te advierto que jamás ha habido la piedad que hay ahora, y te advierto también que Rafael y yo nos hemos convencido de que es absolutamente antisocial eso de no estar totalmente dentro de la Iglesia. No te diré que nos hayamos convertido. Eso es idiota, puesto que estamos bautizados desde que nacimos, pero practicamos públicamente como la mayoría de nuestros amigos […] Esta alocución de Concha en defensa de la religión había mareado a Paulina, más aún que la bebida […] No puede ser verdad que de todos nuestros amigos la única alejada de la vida religiosa haya sido yo… Hay algo que no va, que no concuerda aquí…”


Para Concha “es absolutamente antisocial eso de no estar totalmente dentro de la Iglesia”, pero es una religiosidad que no llega al corazón ni entiende la constante necesidad de conversión, que es señal de la auténtica vida religiosa. 


Otro asunto de interés es el hecho de que Carmen Laforet nos muestra en Paulina a una mujer independiente y contraria al papel tradicional de la “esposa en casa y con la pata quebrada”. Esto es lo que lleva a la protagonista a salir del pueblo para ir a estudiar en la universidad de Madrid. Es una mujer poco propia de su época, cuando la mayoría de ellas eran sacrificadas amas de casa. María es una mujer ce costumbres liberales. Luego vendrá la conversión (magníficamente contada, por cierto) y el descubrimiento del verdadero amor entendido como entrega. En fin, una gran novela en mi opinión, que recomendaría a mucha gente.


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