Clásicos para la vida

 


Nuccio ordine nos ofrece en este tratado una guía, cargada de buenas razones, para adentrarse

en el mundo de los clásicos. Los buenos libros nos transforman;

un pasaje, por breve que sea, puede despertar la curiosidad del lector y animarlo a leer una obra que

cambie su vida para siempre. He ahí el poder de la literatura, que no sólo nos abre horizontes,

sino que deposita en nosotros, de manera lenta pero constante, la clave para entender la vida.

Llevado por esta idea, Ordine nos invita a descubrir o recordar a algunos de los clásicos de todos los tiempos,

maestros de innumerables generaciones: Platón, Rabelais, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Rilke…

Pues para el autor la enseñanza, la educación, constituyen una forma de resistencia a las omnipresentes

leyes del mercado, a la mercantilización de nuestras vidas, al temible pensamiento único.


Para Ordine leer es como un acto de rebeldía: “La escuela, y también la universidad,

deberían sobre todo educar a las nuevas generaciones para la herejía, animándolas a tomar

decisiones contrarias a la ortodoxia dominante. En vez de formar pollos de engorde criados en el más

miserable conformismo, habría que formar jóvenes capaces de traducir su saber en un constante ejercicio crítico.

En el aula de un instituto o de un centro universitario, un estudiante todavía puede aprender que con el dinero

se compra todo (incluyendo parlamentarios y juicios, poder y éxito) pero no el conocimiento:

porque el saber es el fruto de una fatigosa conquista y de un esfuerzo individual que nadie puede

realizar en nuestro lugar. El acto mismo de la enseñanza puede revelarse, en efecto, como una forma de

resistencia a las leyes del mercado y del beneficio”


Para el autor la responsabilidad principal del Estado es cuidar la verdadera educación: “no son creíbles

los gobiernos que recortan la financiación de la enseñanza o que proponen reformas a coste cero.

La crisis económica es una ridícula hoja de parra. En un país como Italia —el discurso puede valer para otros

países europeos— en el que la corrupción cuesta alrededor de sesenta mil millones de euros al año y en el que

la evasión fiscal alcanza cifras exorbitantes (unos ciento veinte mil millones), no hay coartada para justificar

el hachazo que puntualmente se abate sobre la enseñanza (escuelas y universidades), sobre la investigación

científica de base (cada vez más sujeta a los condicionamientos de multinacionales e industrias privadas)

y sobre las instituciones culturales más importantes (bibliotecas, archivos, museos, institutos de conservación,

teatros…).

“Invertir en enseñanza y en cultura significa educar a los jóvenes en el respeto a la justicia, en la solidaridad

humana, en la tolerancia, en el rechazo de la corrupción, en la democracia, con el fin de mejorar además

el crecimiento económico y civil del país: independientemente de los frutos que puedan derivarse del

conocimiento mismo, ¿de cuántos mayores recursos no podría disponer el Estado si hubiera más ciudadanos

de bien capaces de oponerse a la corrupción y a la evasión fiscal? En efecto, para combatir la corrupción

y la evasión fiscal no basta sólo con buenas leyes: se precisa tener una buena escuela y una buena universidad,

se precisa formar estudiantes y ciudadanos capaces de amar el bien común y de oponerse a esa

lógica del beneficio por el beneficio que ha desatado en el mundo un egoísmo galopante.”

La crisis cultural de Europa se muestra como una crisis de los valores propios de nuestra cultura: “es posible que la avidez y el egoísmo orienten negativamente no sólo las decisiones individuales sino también las políticas. Baste pensar en la mezquindad de un Parlamento Europeo en el cual la solidaridad —que debería inspirar todas sus decisiones— es pisoteada cada día en nombre de los intereses particulares de tal o cual nación. Han sido precisos miles de muertos en el Mediterráneo para hacer entender a Europa que el dramático problema de los inmigrantes en busca de dignidad humana y de medios de vida no es una cuestión exclusivamente italiana o griega. Ha sido precisa la trágica fotografía de un policía turco, en una playa, sujetando el cuerpecillo exánime de un niño sirio ahogado para conmover a nuestros indiferentes políticos. Han sido precisos centenares y centenares de prófugos marcados en los brazos con números, como animales, en la frontera de la República Checa para impulsar a algunos gobiernos europeos a reaccionar contra una inhumanidad que recuerda el pavoroso genocidio nazi de los judíos, una de las páginas más oscuras de la historia.”

A continuación Ordina va comentando citas selectas de cincuenta autores abriendo un panorama sumamente enriquecedor. Nos quedamos con la cita de Einstein:

“La escuela debe siempre plantearse como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armónica y no como un especialista. En mi opinión, esto es aplicable, en cierto sentido, incluso a las escuelas técnicas, cuyos alumnos se dedicarán a una profesión totalmente definida. Lo primero debería ser, siempre, desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes y no la adquisición de conocimientos especializados.”




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