Dublineses


He de confesar que Intenté leerlo hace tiempo y no me supe adentrar en el mundo de Joyce. Todo libro tiene su momento. Años después, me he vuelto a acercar a este libro y he disfrutado. De una prosa espectacular y mostrando la realidad irlandesa de aquel momento previo a la independencia de Irlanda. Con gran delicadeza, sabe envolver al lector en la atmósfera de cada relato. No conviene acercarse a este libro con entusiasmo y prisa, acérquense con paciencia y lentitud, así es como he logrado disfrutar de él.


El proyecto literario de James Joyce (1882-1941) se cuenta entre los más complejos y arriesgados del pasado siglo.

Partiendo de un acuciado interés por la sociedad humana,

renovó el lenguaje narrativo en busca de las herramientas

que le permitiesen retratar la vasta red de relaciones materiales y simbólicas

que la constituyen, y en la que el individuo anónimo debe desenvolverse en busca de su

propia identidad. En su primera obra, "Dublineses", Joyce despliega ya un mapa

de su pensamiento literario. A lo largo de sus quince relatos, se nos presenta la Dublín

de principios del siglo XX a partir de algunos de sus ciudadanos de a pie,

a los que se confiere, en su ajetreo diario, una significación heroica.

Así, y con un afán tan localista como totalizador, el autor plasma en detalle la imagen

de su ciudad natal, que se ve convertida en una representación

del mundo urbano de su tiempo.

                                               

El libro está compuesto por quince cuentos que integran la obra una sensibilidad y penetración

difícilmente igualables a la hora de captar la naturaleza humana en sus distintas

edades y condiciones, así como en el laberinto de las relaciones personales y sociales.

Los relatos, aparentemente no tienen mucho que entre sí. Pero al final descubrimos la impecable estructura del libro, que parte de las primeras experiencias infantiles para ir recorriendo el arco de la existencia humana, culmina en esa obra maestra que es el relato titulado «Los muertos» sin duda alguna una de las cumbres del género.

Este último relato fue llevado al cine en 1987 por John Huston.


Se ha dicho de este libro: «Dublineses no es receptáculo solo de la experiencia de declive social y de desilusión con el político Parnell.

Este texto, como todos los de Joyce, contiene materia autobiográfica enraizada en la

aprehensión escrupulosamente exacta de los detalles de la vida dublinesa

que el escritor recabó a lo largo de su pasaje a la madurez. Muchos de los incidentes

y personajes se basan en personas que Joyce pudo haber conocido y en experiencias

sufridas por él mismo o por otros (aunque solo "Un encuentro" y "Una madre" se saben

basados en experiencias personales directas de Joyce)». El escritor llegó a utilizar,

«con total frialdad clínica», las cartas de su madre muerta, así como las anotaciones

del diario de su hermano Stanislaus, quien incluso sirvió de modelo para el protagonista

del relato "Un triste caso".


No quisiera concluir esta reseña sin añadir el párrafo final:


“Unos toquecitos en el cristal lo hicieron volverse a la ventana.

Otra vez había empezado a nevar. Soñoliento, se fijó en los copos, plata y sombra,

cayendo oblicuos contra la farola. Le había llegado el momento de encaminarse al Oeste.

Sí, los periódicos tenían razón: la nieve caía por toda Irlanda. Caía por toda la oscura llanura

central, sobre las colinas desnudas; caía suavemente sobre la Marisma de Allen y,

más hacia el oeste, suave caía sobre las oscuras olas amotinadas del Shannon.

Caía también en la colina del cementerio solitario en que yacía enterrado Michael Furey.

Se amontonaba espesa sobre las cruces y lápidas torcidas, en las lanzas de la pequeña

verja, sobre los espinos resecos. Su alma fue desvaneciéndose mientras oía caer la nieve

tenuemente por todo el universo, y tenuemente caer, como el descenso de un último ocaso,

sobre todos los vivos y los muertos”. ("Los muertos").


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