Montaigne


Michel de Montaigne (1533-1592) fue un filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento, contemporáneo del Concilio de Trento y creador del género literario conocido en la Edad Moderna como ensayo. Ha sido calificado como el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos. Su obra más famosa, llamada precisamente “Ensayos”, fue escrita en la torre de su propio castillo entre 1572 y 1592 bajo la pregunta "¿Qué sé yo?”. Stefan Zweig escribe una de sus biografías precisamente sobre este singular pensador.


El autor fija su atención en un elemento que resulta fundamental en el autor de “Los ensayos”, y que asimila al drama personal que Zweig vivió con el nazismo: el esfuerzo por salvar su independencia en una sociedad cada vez más brutal y gregaria. Seguramente, hay otros muchos Montaigne dignos de interés: “el impenitente pintor de su propio carácter, el filósofo naturalista, el pensador conversacional, el autor irónico... Sin embargo, a Zweig, en Brasil, en los últimos meses de su vida, se le revela imprescindible éste: el hombre que pugna por seguir siendo él mismo, simplemente él mismo, en medio de una catarata de fanatismo y destrucción.


Según Zweig hay autores que pueden ser oídos en distintas etapas de la vida, y otros que sólo despliegan todo su significado en un momento determinado. Entre estos últimos se encuentra Montaigne. No se puede ser demasiado joven, ni tampoco carecer de experiencia y desengaños, para poder apreciarlo como es debido.


Para Zweig, la Reforma, que en Europa soñaba con dar un nuevo espíritu al cristianismo, trajo tiempos duros que “sazonaron la descomunal barbarie de las guerras de religión; la imprenta, en vez de difundir la cultura, diseminó el "furor theologicus" [delirio teológico]; en vez del humanismo, triunfó la intolerancia”. El joven Montaigne ve cómo cientos de personas son torturadas hasta la muerte con todos los suplicios que el peor de los instintos puede llegar a inventar: ahorcadas, empaladas, atadas a la rueda, descuartizadas, decapitadas y quemadas. "La Chambre Ardente" (el ignominioso tribunal que solía condenar a la hoguera) ordena quemar a los protestantes; la noche de San Bartolomé extermina ocho mil personas en un día; los hugonotes, por su parte, devuelven crimen por crimen, saña por saña.


Zweig se identifica plenamente con el espíritu conciliador y pacífico de Montaigne. Su lucha -dice- es la más actual de la tierra. “Cientos de veces, al leer a Montaigne, página tras página, tengo la impresión de que “nostra res agitur” [el asunto nos concierne], la impresión de que en ellas está mejor pensado y dicho, con más claridad y nitidez, lo que constituye la preocupación más profunda de mi alma en la época en que vivo. Hay en estas páginas un tú en el que se refleja mi yo, la distancia queda abolida, el tiempo se separa de los tiempos. No tengo conmigo un libro, una literatura, una filosofía, sino a un hombre del que soy hermano, un hombre que me aconseja, que me consuela y traba amistad conmigo, “un hombre al que comprendo yu que me comprende”. Si tomo los Ensayos, el papel impreso desaparece en la penumbra de la habitación. Alguien respira, alguien vive conmigo, un extraño ha entrado en mi casa, y ya no es un extraño, sino alguien a quien siento como amigo.



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