Y, a pesar de todo, creer

 

Francesc Torralba es Doctor en Filosofía por la Universitat de Barcelona (1992). Doctor en Teología por la Facultat de Teologia de Catalunya (1997) y Doctor en Pedagogía por la Universitat Ramon Llull (2018). En 2011 fue nombrado por Benedicto XVI consultor del Pontificio Consejo para la Cultura. Este escritor fecundo y pensador profundamente cristiano tiene ya una larga trayectoria que merece la pena seguir. El presente libro me parece una gran oportunidad para aprender a argumentar desde la fe.


Consta de veinticuatro capítulos en los que aborda cuestiones que giran en torno a la idea de Dios de un modo asequible a un público amplio. Recogemos algunos párrafos del capítulo titulado “El enigma de la vida”:


“Una de las experiencias espirituales más genuinas que todo ser humano puede vivir en algún momento de su existencia, con independencia de sus creencias y convicciones, es la admiración frente a la realidad, el sentido de maravilla y de inmensidad frente al cosmos. Esta es una experiencia que no pertenece únicamente al hombre creyente. Albert Einstein llega a decir que un ser humano que no se maraville del cosmos está muerto espiritualmente. La admiración es el motor de la actividad filosófica y científica, pues quien se admira se interroga, se hace preguntas e indaga posibles respuestas. Como dice Aristóteles en la Metafísica, los hombres empezaron a filosofar movidos por la admiración”. 


“La admiración es una expresión de ignorancia, pues uno se admira de lo que no sabe, de lo que le trasciende, y ello activa su capacidad investigadora. En el corazón de un filósofo, de un físico o de un biólogo hay un ser que se admira de lo que hay y trata de buscar alguna respuesta. También un teólogo se admira frente a Dios y trata de comprender su naturaleza a partir de los medios de que dispone”. 


“Todo ser humano es capaz de esta experiencia. Es una vivencia espiritual de gozo, una forma de placer espiritual que consiste en deleitarse de lo bello. Cuando uno se maravilla de la realidad que le circunda, de la naturaleza o de la cúpula celestial, que lo abarca todo, se siente pasmado, trascendido por el enigma de la realidad. En tal situación emergen un sinfín de preguntas: ¿qué sentido tiene mi vida? ¿Por qué hay mundo? ¿Estamos solos o hay alguien más? ¿Cuál es mi misión en la historia? ¿Tengo acaso alguna misión? ¿Quién me ha metido en este lugar? ¿Por qué? ¿Qué puedo esperar después de mi muerte?”


“Muchos consideran que estas preguntas carecen de sentido, porque no pueden responderse categóricamente; pero ello no significa que carezcan de valor, sino más bien que lo que se pone de manifiesto son los límites de la razón humana”. 


“La belleza es un camino hacia Dios. Dios se da a conocer a través de sus criaturas, pues cada una, a su modo, habla de Dios, con lo cual el universo adquiere una dimensión sagrada, se convierte en un sacramento cósmico. Deja de ser algo tosco y profano para convertirse en el espejo que refleja la inmensidad divina, que transparenta su majestad. La belleza invita a meditar sobre el enigma de la vida, sobre el puesto que ocupa el hombre en el cosmos, sobre el origen de todo y el fin de la historia”.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Dios es siempre nuevo

Alguien a quien mirar

Castellano