La ciudad de los ardientes deseos

 

Todos los años, el Papa y la curia vaticana realizan en Cuaresma los ejercicios espirituales, predicados cada año por quien el Papa designa para tal fin. En 2019 esta predicación le correspondió al benedictino Bernardo Gianni, abad de monasterio de San Miniato. 


Inspirado en la Florencia del siglo pasado, la «ciudad de ardientes deseos», el autor redescubre a los lectores las profecías de la Jerusalén celestial. El libro, que recoge las meditaciones de este retiro comienza con un poema de Mario Luzi, del que se toma el título del libro:


¿Recuerdas? Enalteció sus pensamientos 

una noche muy estrellada, 

la ciudad de los ardientes deseos instauró sus banderas 

de paz y de amistad. 

Así fue entonces Florencia...


Haber sido en el sueño de La Pira 

«la ciudad en la montañas, 

tal vez todavía 

la ilumina, la enciende 

con el fuego de sus antiguos santos, 

y la aflige y carcome, 

en su dura caridad el presente 

de infamia, de sangre, de indiferencia.


No se puede apagar

o languidecer demasiado tiempo bajo las cenizas el fuego. 

Estamos aquí para reavivar 

las brasas con nuestro aliento, 

para que duren y se extiendan, 

como contraataque en el incendio 

devastador del mundo. 

Estamos aquí para esto. 

Estrechémonos la mano 

con las banderas de paz, 

con el signo de san Miniato.


Comenta en distintas ocasiones palabras del papa Francisco, como aquellas bellísimas que pronunció en la catedral el 10 de noviembre de 2015:


“Podemos hablar de humanismo solamente a partir de la centralidad de Jesús, descubriendo en Él los rasgos del auténtico rostro del hombre. Es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado la que recompone nuestra humanidad, también la que está fragmentada por las fatigas de la vida, o marcada por el pecado. No hay que domesticar el poder del rostro de Cristo. Su rostro es la imagen de su trascendencia. Es el misericordiae vultus. Dejémonos mirar por Él. Jesús es nuestro humanismo. Dejémonos inquietar siempre por su pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15)”.

“Contemplando su rostro, ¿qué vemos? Ante todo el rostro de un Dios «despojado», de un Dios que asumió la condición de esclavo, humillado y obediente hasta la muerte (cf. Flp 2, 7). El rostro de Jesús es similar al de tantos hermanos nuestros humillados, convertidos en esclavos, despojados. Dios asumió su rostro. Y ese rostro nos mira. Dios —que es «el ser de quien no se puede pensar nada más grande», como decía san Anselmo, o el Deus semper maior de san Ignacio de Loyola— se convierte en más grande que sí mismo abajándose. Si no nos abajamos no podremos ver su rostro. No veremos nada de su plenitud si no aceptamos que Dios se despojó. Y, por lo tanto, no entenderemos nada del humanismo cristiano y nuestras palabras serán bonitas, cultas, refinadas, pero no serán palabras de fe. Serán palabras que suenan vacías”.

Gianni habla del “sueño de La Pira”, Giorgio La Pira fue alcalde de Florencia a comienzos del siglo XX. Católico y con fama de santidad, procuró fomentar el sentido de fraternidad entre los habitantes de la ciudad. Precisamente el Papa Francisco dijo, en el XXV Aniversario de la Creación de la Academia Pontificia para la vida, estas palabras:


La comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,3-14). El Hijo eterno engendrado por Dios tomó en ella carne y sangre, corazón y afectos. La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación. De hecho, entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día”.


Conecta perfectamente con la idea de La Pira, y ese sigue siendo el sueño de los cristianos.


En fin, tenemos aquí un libro francamente sugerente y lleno de ideas para la meditación sobre la nueva evangelización, que es reavivar ese fuego que Jesucristo vino a traer a la tierra.

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