Etica islámica




A partir del 11 de septiembre de 2001 la religión islámica ha adquirido connotaciones por lo general negativas como la violencia, el terrorismo, la misoginia y el fundamentalismo. El Islam, por el contrario, -según
Marco Demichelis- es mucho más que eso. Este texto trata de esclarecer los aspectos éticos relacionados tanto con los cinco pilares (profesión de fe, oración, limosna, ayuno y peregrinación a los lugares sagrados) como con la doctrina y las peculiaridades histórico-teológicas que nos muestran el Islam por todo lo que ha sido en sus más de mil cuatrocientos años de historia. Un análisis que recorre los siglos en los que se ha formado una religión que el Occidente pretende conocer, pero de la que en realidad no tiene el conocimiento necesario.


El Corán contiene una clara doctrina moral. “¡Que constituyáis una comunidad que llame al bien, ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal! (...) Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios.” (Cor. 3,104-110). El Corán, se presenta como una continuación renueva el mithāq, del pacto que en la tradición abrahámica confirma el vínculo entre Dios y sus naciones; a raíz del pacto suscrito por Moisés a quien se le entregó la Ley (la Torá) y al establecido por Jesús en los Evangelios, la palabra de Dios llega a través de la intermediación del arcángel Jibril (Gabriel) para «inundar de cono-cimiento» el espíritu de Muhammad, sello de los profetas y de la tradición monoteísta.


El profeta Muhammad (570-632) nació huérfano, pobre y sin la posibilidad de afirmarse como figura preeminente en su comunidad, la Meca, pero que posteriormente sería elegido por Dios, tal vez precisamente por ser la antítesis de los valores en los que se fundan los Banū Quraysh, la confederación de los clanes de la Meca. Muhammad no es un “homo politicus”, no es un mercader aunque lo será para Khadīja (su primera mujer), no es un guerrero; no puede aspirar a una nodriza ni a casarse con una virgen por no poder pagar las sumas estipuladas. 


La llamada de Muhammad es para un “ethos” de justicia y sus invitaciones, algunas veces secas y amenazadoras y otras orientadas al cambio y a la solidaridad social, prometen demoler la mentalidad egoísta y material de una realidad protourbana que se funda en el comercio. La capacidad de Muhammad de reconquistar La Meca, casi sin derramar sangre y sin dar pie a venganzas efectivas debe, contrariamente a lo que siempre se pensó, identificar al Profeta como hombre de paz y ejemplo moral para su pueblo.


Otra de las características de Muhammad es la habilidad de armonizar las asperezas de las comunidades beduinas, de por sí violentas, con la intención de unificar al menos la región de Hijāz bajo el emblema moral de una fe monoteísta. Este aspecto llevó casi siempre al Profeta hacia la necesidad de no humillar a los enemigos o a los derrotados, concediéndoles la posibilidad no solo de preservar su vida, sino también los bienes materiales.


Estos son los planteamientos iniciales del libro. Después desarrolla temas como la fase post-profética, la Sharía, el mundo chiíta, etc, para terminar con unas conclusiones que resumo:


“La lectura de estas páginas tal vez haya dado la impresión de que la religión islámica que aquí se presenta no refleja en absoluto la imagen estereotipada y uniforme que casi cotidianamente nos presentan los medios de comunicación: periódicos, televisión e internet. La evolución ético-intelectual descrita anteriormente parece que no tiene en cuenta la propensión al aislamiento que las corrientes neo-wahabita o neo-salafita, sobre todo, tratan de favorecer en su da’ wa (proselitismo) contemporánea.Por consiguiente es importante que concluyamos exponiendo un breve análisis de la anti-ética islámica tal y como la proponen algunas corrientes musulmanas fundamentalistas en los últimos cincuenta años de historia. Es conveniente subrayar que se está hablando de los últimos cincuenta-sesenta años con relación a los más de mil cuatrocientos del calendario islámico, a partir del año 622 –fecha de la hijra, la emigración de Muhammad a Medina– (…) El mundo árabe-islámico no tiene la responsabilidad exclusiva de esta involución ética; algunos factores histórico-políticos relacionados con la fase colonial y postcolonial, con la guerra fría y también con la abominable política exterior de G.W. Bush y Tony Blair entre 2001 y 2008, determinan la incapacidad europea y norteamericana de comprender esta geografía y su religiosidad”.



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