Corazón tan blanco


He de confesar que me ha deslumbrado la lectura de “Corazón tan blanco”.
Javier Marías ha fraguado un curriculum con libros traducidos a 32 lenguas en 44 países, de los que se han vendido más de cuatro millones y medio de ejemplares en todo el mundo y con los que ha obtenido importantes premios dentro y fuera de nuestro país. Es por tanto uno de los más relevantes escritores de la actualidad, uno de los grandes novelistas europeos.


“Sólo si uno es capaz de imaginar lo que ha ocurrido, de repetirlo en la imaginación, verá las historias, y sólo si tiene la paciencia de llevarlas largo tiempo dentro de sí, y de contárselas y recontárselas una y otra vez, será capaz de contarlas bien”. Esta cita de su admirada Isak Dinesen que recoge Marías en “Negra espalda del tiempo” puede aclarar las posibilidades (y límites) de su actitud ante la realidad y la ficción.


“En “Si yo amaneciera otra vez” - afirma Javier Cercas, el crítico, no el novelista- reconoce el magisterio estilista de Faulkner en su obra. Admira en este autor sus textos densos y de largo aliento, sus frases torrenciales llenas de misterio y ambigüedad y sus párrafos inacabables que cuando respiran bien son, para Marías, la máxima expresión de la prosa narrativa. Digno heredero, Marías se mueve con pasmosa naturalidad en el terreno difícil del periodo largo (comas donde, quizás, debería haber puntos), y ya desde sus primeras novelas. Densidad y tempo lento, riqueza de matices y agotamiento de detalles (ahí la sombra de Nabokov, otro de sus admirados maestros), sucesión de paréntesis y  acumulaciones, castellano exquisito, cultivado y pulcro, prosa de alta riqueza expresiva pero que requiere atención y cuidado, exigidos también por el exquisito empleo del léxico.”


Es en “Corazón tan blanco” (1992), donde muchos señalan su punto de inflexión hacia la maestría, su entrada y consagración en el reducido club de escritores realmente importantes. La novela comienza así:


«No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola...»Así comienza esta novela magistral de Javier Marías. Pero «eso fue hace mucho tiempo», según añade el narrador: ahora es él quien está recién casado, con Luisa, y en su propio viaje de novios, estando en La Habana, ve desde el balcón de su hotel a una mujer desconocida que espera en la calle y que durante unos segundos lo confundirá con la persona con quien se ha citado. A partir de entonces el narrador sentirá un creciente e inexplicable malestar («presentimientos de desastre») ante su recién inaugurado matrimonio, e intuirá que la explicación tal vez esté en el pasado y por tanto en su propio origen, ya que su padre, Ranz, hubo de casarse tres veces para que él pudiera nacer. Lejos del investigador, el narrador de esta novela es, por el contrario, un hombre que prefiere no saber, consciente de lo peligroso que resulta escuchar y de que, una vez oídas las cosas, ya no pueden olvidarse.La vigorosa e hipnótica prosa de Javier Marías configura en espiral esta extraordinaria novela en la que están presentes los grandes temas de su narrativa: el secreto y su posible conveniencia, el matrimonio, el asesinato, la instigación, la sospecha, el hablar y el callar, y los corazones que poco a poco se van tiñendo y acaban sabiendo lo que nunca quisieron saber».


En esta novela la introspección, el recuerdo, la divagación y el análisis psicológico superan con mucho a la acción, y no es porque no pasen cosas. Contiene alguna descripciones eróticas o sensuales que suelen ser contenidas y sin recrearse en el tema. Esto junto con un planteamiento amoral de fondo hacen que la lectura de esta excelente novela sea recomendable para persona con sólida formación.

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