Pensadores de frontera

 


Reúne aquí Jaime Nubiola veinte artículos ya publicados en la revista Palabra. Son artículos de importantes pensadores que se han asomado con valentía al panorama de la trascendencia: Entre los autores seleccionados se encuentran varios creyentes, como Elizabeth Anscombe, filósofa; Dorothy Day, activista social; o la fulgurante Simone Weil, que fue ambas cosas. Junto a ellas, aparecen también muchos no creyentes, marcados por un afán tan intenso de búsqueda de la verdad y la belleza –Kafka, Wittgenstein, Camus, Arendt– que casi atravesaron con la punta de los dedos ese otro lado de la frontera en la que habrían podido encontrar la fe.


El último capítulo lo dedica a María Zambrano, poetisa y escritora, activista republicana, mujer comprometida con las mujeres, pensadora en el exilio, brillante discípula de Zubiri y Ortega. Nos habla de la preocupación por el devenir del racionalismo. La razón irá olvidando que es fruto de un querer y se irá perdiendo entre delirios de suficiencia y autonomía. Como señala en “Pensamiento y poesía en la vida española” (1939), desde Parménides hasta Hegel se ha venido desplegando un horizonte racionalista que inficiona todo y a todos: es la pasión de encerrarlo todo en una definición o en una idea, dejando al margen el fondo sagrado de la realidad que permanece incontrolable y que se opone a esa supuesta autosuficiencia del ser humano.


Puede advertirse que incluso el intento de enmienda llevado a cabo por los vitalismos del siglo XX, tras los idealismos del XIX, tiene la misma carencia: “Allí donde se decía razón, se dice después vida, y la situación queda sustancialmente la misma”, escribe Zambrano. ¿Por qué queda todo igual? Por el ensueño de creer poseerlo todo, mientras que lo que se posee es siempre un todo recortado. No son las cosas las que van quedándose fuera, sino que verdaderamente lo que se margina, arrojándolo al infierno de la irracionalidad, es la propia realidad, la trascendencia y el mismo Trascendente. 


En esta crítica de la moderna razón discursiva, María Zambrano coincidirá con Benedicto XVI hasta el punto que parece que se prestan las palabras y el pensamiento: donde Zambrano dice que “la razón se afirmaba cerrándose” (Filosofía y poesía, 1939), Benedicto XVI hablará de “una especie de soberbia de la razón […] que se considera a sí misma suficiente y se cierra a la contemplación y a la búsqueda de una Verdad que la supera” (Discurso al Pontificio Consejo de la Cultura, 2008). En este mismo sentido, María Zambrano muestra la ineficacia de esta razón recortada. No hay más que acudir al prólogo de la primera edición de El hombre y lo divino (1955), que es la obra suya que mejor corresponde

a su interés filosófico fundamental. Allí escribe que “no se libera el hombre de ciertas cosas cuando han desaparecido, menos aún cuando es él mismo quien ha logrado hacerlas desaparecer. Así, eso que se oculta en la palabra, casi impronunciable hoy, Dios”. Dios es una realidad misteriosa que, aunque sea negada, siempre estará en absoluta e intacta relación con los seres humanos.

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