Quién es cristiano







Aparentemente se trata de una pregunta sencilla, pero si nos paramos a pensar, como lo hace en este libro Hans Urs von Balthasar, nos damos cuente de que de sencilla no tiene nada, pues nos lleva a otras muchas preguntas: ¿qué criterios seguimos?, los que se autodenominan cristianos ¿en qué razones se basan para calificarse así? ¿es cuestión simplemente de estar bautizado?


Desde el Vaticano II se puso en marcha un proceso de renovación (“aggiornamento”) procurando volver a pa pureza de los orígenes para evitar toda devaluación del hecho cristiano, pero estos cambios tienen que estar ligados a la conversión si quieren quedarse en meras palabras. ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar -se pregunta Balthasar- por nuestra reforma, no solo en cosas que nos afectan poco -prestigio histórico, etc.- sino que nos duelen en carne viva?


En distintas épocas ha faltado coherencia en la puesta en práctica del cristianismo. Así, el autor se pregunta:


¿Habría sido necesario el comunismo si los cristianos hubieran sabido ser lúcidos y objetivos a su debido tiempo? ¿No estaba clara en la Biblia la preocupación humanitaria por los pobre y los explotados? Y de no haber existido las funestas alianzas entre los explotadores y la religión cristiana, ¿habría sido necesario el ateísmo moderno? Nos encontramos con que la vida proletaria y el movimiento obrero tuvieron que presentarse casi necesariamente en sentido ateo porque Dios no estaba a la vista durante los decenios cruciales del comienzo. Después de Cristo Dios solo puede manifestarse a los pobres en los cristianos que verdaderamente siguen la doctrina de Jesucristo. Pero el cristianismo, que no apoyó el movimiento obrero en su estructura popular campesina y pequeño-burguesa, apenas le facilitó el encuentro con Dios al aparecer más bien del lado de los explotadores. El ateísmo revolucionario de la hora inicial del movimiento obrero es un producto directo de la ausencia de Dios, es decir, de la ausencia de los cristianos.


¿Qué es lo que faltó? Una viva conciencia de fraternidad en lugar de una práctica religiosa farisaica y cerrada al mundo. ¿Para qué las sublimidades trascendentes, la atención al más allá, cuando las tareas cristianas las tiene uno ante las narices, hoy igual que en tiempos del “Manifiesto comunista”? ¡Cuántas exigencias de humanidad elemental quedan incumplidas porque los hombres alegan no tener tiempo para ellas! Aquí puede adelantarse el cristiano, aquí puede encarnar su religión.


¿Quién es cristiano? Para aproximarnos a una respuesta, no debemos mirar hacia fuera (“el que está bautizado”) sino ir directamente al núcleo, que es la fe en Jesucristo que nos lleva a vivir el amor al prójimo.

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