Manual de ética para la vida moderna


En este libro Aniceto Masferrer recopila una serie de artículos publicados por diversos autores sobre cuestiones éticas que plantea la sociedad actual. Copio algunas reflexiones del profesor Emilio García-Sánchez en el Epílogo sobre el peligro del aburrimiento en los jóvenes:


Aproximadamente desde hace dos décadas ha aumentado de modo preocupante el número de jóvenes que padecen de aburrimiento, perturbación considerada como una de las más espantosas por las que un joven puede atravesar justo en el momento de su vida en el que su corazón y su cabeza circulan a más velocidad que el acelerador de partículas suizo.

Es un hecho constatable por numerosas familias y otras instituciones que una parte no pequeña de nuestros jóvenes postmodernos se aburren y huyen como locos de ese estado que lo reconocen como una desesperación encubierta indeseable. Aburrirse es inaguantable y más en un joven que naturalmente demanda divertirse de modo intenso y constante. Además, estudios psicológicos y sociológicos advierten con fiabilidad alta que un joven aburrido -con respecto a uno no aburrido- se expone con mayor riesgo a desembocar en conductas adictivas nocivas como el consumo de alcohol y estupefacientes, y/o en otras adicciones menos confesadas como el sexo, el juego, el shopping compulsivo, adicciones de internautas (chats, twenti, juegos en red, etc.) Desgraciadamente algunos jóvenes que intentan erróneamente escapar de su tedio a través de estos canales están generando serios problemas familiares y sociales.

Si en una sociedad el conjunto de sus jóvenes se aburre es porque les aburre la misma sociedad que los acoge y agita. Algo grave pasa en esa sociedad, y huele a fracaso institucional porque no se ha sabido presentar de modo atractivo e inteligente una oferta que dé respuesta a las apasionantes inquietudes que afloran en esta etapa crucial de la vida, y que requieren encauzamientos bien estudiados. Si se multiplica el número de jóvenes aburridos o quemados vitalmente que es lo mismo, urge investigar y elaborar un análisis crítico que vaya a las causas de este problema social. Numerosos estudios diagnósticos y de sintomatología hablan de causa-efecto: los jóvenes cuando se aburren buscan más botellas y se emborrachan, se drogan más, consumen y navegan más., huyen a espacios artificiales, psicodélicos y digitales donde combaten el aburrimiento a través de un hiperentretenimiento que les descontrola y les narcotiza la atención. Pero al margen de los síntomas y yendo más a la raíz ¿cómo se ha podido llegar a esta situación de fragilidad social en el sector juvenil a la que no deberíamos acostumbrarnos? ¿Qué no se ha hecho y qué se ha hecho a lo largo de todo el proceso educativo-familiar-escolar-, para que el producto final sea un joven aburrido al borde de un ataque de nervios? A grandes rasgos propongo la siguiente reflexión.

En primer lugar lo que se observa es que muchos de nuestros jóvenes crecen desde infantes dirigidos por un programa asfixiante y trepidante de tareas y actividades que les corta las alas de su iniciativa y creatividad personales. Se les sobrecarga de recursos técnicos exteriores y múltiples para hacerlos competitivos en el mercado laboral: dos y hasta tres idiomas, artes marciales, fútbol, tenis, academias de música y ballet, ofimática y cibernética, etc. Al mismo tiempo desde temprana edad, y en un entorno familiar presionado por un ambiente social de ocio y consumo se les instruye en la cultura de lo lúdico, facilitándoles el acceso al gran supermercado de la diversión: televisión, videojuegos, PlayStation, Wii, mp3, Ipad, Iphone, móviles, Internet, redes sociales, Portaventura, etc. Lógicamente, para esta amplia adquisición de productos hace falta mucha pasta, y no es raro que algunos estudios identifiquen el aburrimiento como una enfermedad de los nuevos ricos: los niños ricos e ilustrados son los primeros en aburrirse.

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