Existencia y búsqueda de sentido




Luis Romera nos ofrece en este libro una interesante reflexión sobre el papel del cristianismo en la postmodernidad. Hablamos de postmodernidad para referirnos al final de esa etapa del pensamiento basada en un proyecto humanista (modernidad) que subraya la diferencia cualitativa del ser humano con respecto al resto de realidades de nuestro planeta. Para la concepción moderna, el hombre no se reduce a la mera naturaleza: el ser humano dice siempre inteligencia, razón y libertad.


El hombre postmoderno tiene otra concepción de sí mismo: sabe de su fragilidad y sus límites. A tal convencimiento lo han conducido dos guerras mundiales, la experiencia de ideologías totalitarias, la pobreza que pervive en el mundo a pesar de los avances técnicos, lo ruin de actitudes en personalidades públicas y la crueldad entre los seres humanos supuestamente civilizados.


Parece que la postmodernidad gira en torno un subjetivismo y relativismo que van más allá del propio de la modernidad. La ilustración desencantada no solamente lleva consigo a un progresivo rechazo de una visión cristiana del hombre, sino que llega a poner en tela de juicio que se pueda hablar del hombre en términos de identidad. Lo que entra en crisis es el mismo concepto de identidad.


Por otro lado, si la modernidad fue el tiempo de la secularización, la postmodernidad ha desarrollado el concepto de sociedad postsecular.  Habermas, por ejemplo, defiende la idea de que el estado constitucional se ha desarrollado en el marco de una tradición que se remite a la razón natural. También afirma que “toda democracia se sostiene sobre la base de una solidaridad que no se puede imponer con las leyes”, solidaridad necesaria para que los ciudadanos participen en la vida social, económica y política  “no solo buscando el legítimo interés propio, sino dirigiéndose al bien común”. ¿No es ésta la solidaridad que propone el cristianismo?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dios es siempre nuevo

Alguien a quien mirar

Castellano