La plenitud del amor



En este interesante libro el sacerdote Jorge Ordeig se nos recuerda con claridad lo que constituye el núcleo de las enseñanzas más genuinas de Jesucristo, que dijo: “no he venido a abolir la Ley, sino a darle su plenitud”. Recordar estas enseñanzas es fundamental para quien quiera vivir el cristianismo en plenitud.

La Antigua ley, dada por Dios a Moisés en el monte Sinaí, unos mil trescientos años de que naciera Jesús, sigue siendo válida, pero es incompleta. La Nueva ley promulgada por Jesucristo, mira en el interior de las personas, mira en nuestros corazones.

Así, la limpieza de corazón no puede limitarse a evitar determinadas acciones. “Si se pregunta a cualquier cristiano, incluso con bastante formación, en qué consiste la virtud de la pureza, probablemente contestará haciendo referencia a los mandamientos de Moisés: no hacer actos impuros; no consentir pensamientos impuros. No es eso; sería como decir que la virtud de la justicia consiste en no robar. Cualquier definición de virtud que comience con una negación, será necesariamente una definición muy pobre. Una virtud es un bien positivo; no puede consistir solo en evitar lo negativo. Podríamos definir la virtud de la pureza de varios modos distintos. Quizá la más académica sería decir que es la virtud que nos enseña a ordenar el placer sexual al servicio del amor. Pero es más claro definirla, simplemente, como cuidar el amor, saber amar”.

Sugerente también considerar la desconfianza es la raíz más profunda de todos los pecados. “La mayor parte de los teólogos, al hablar del pecado original, indican la desobediencia o la soberbia como la raíz de aquel pecado; pero es oportuno señalar que, antes del pecado de soberbia o de desobediencia, ya se había dado otro pecado: la desconfianza acerca de lo que Dios les había dicho. Si hubieran confiado más en Dios que en la serpiente, no habría tenido lugar el primer pecado. Aunque el relato del Génesis utilice un lenguaje simbólico, la enseñanza parece clara: nuestros primeros padres no confiaron en que las indicaciones de Dios eran para su bien”.

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