Tiempo de Pascua


 Ya he comentado aquí otros volúmenes de esta misma colección de la Lectio divina, que tanto me ayuda a vivir los distintos tiempos litúrgicos. Quiero recomendar ahora el tomo dedicado al Tiempo Pascual.

El hombre no está originariamente donde debe estar; el hombre, es un ser en camino. Estar “en camino" es dirigirse hacia algo, tener una meta que da sentido a lo que uno está haciendo, a ese sucederse de las etapas que componen el recorrido.El que no sabe a dónde tiene que ir debe reconocer que anda perdido.

La vida es movimiento, un continuo “pasar”. Desde el estado de embrión pasamos al feto: morimos al embrión y resurgimos como feto. Si no sucediera esto, estaríamos ante la muerte verdadera.. del mismo modo, llegamos a niños sólo cuando dejamos el seno materno muriendo a la condición de feto. Y así se podría decir de todos los sucesivos “pasos”.

Todo en la vida está marcado por el sucesivo pasar de una situación a la siguiente. Es necesario abandonar una posición (morir a ella) para conquistar otra. La Pascua se nos presenta como una manifestación suprema de este “pasar” entendido como “morir para resurgir”. Cada hombre, sea creyente o no, vive marcado por la pascua, pero ¿hasta cuando continuará ese pasar? ¿nos conduce el último paso a la muerte definitiva o a la vida que no termina? ¿vamos hacia el vacío o hacia la plenitud?

El hombre confía a la fiesta la respuesta a estas preguntas. En efecto, “toda fiesta es una afirmación, un sí a la vida, un juicio favorable sobre nuestra existencia y sobre la del mundo entero” (J. Mateos). Quien celebra una fiesta no dice: “Todo ha terminado”, “Todo carece de sentido”. Quien celebra una fiesta vive en la abundancia de alimento, de dones, ya no le preocupa el tiempo... En la fiesta, y a través de varios signos, manifiesta el hombre la confianza que tiene en alcanzar y pregustar ya hoy como primicia la “plenitud de la vida”. 

La fiesta es el lugar de la memoria y de la esperanza. En la memoria aparece la historia personal y colectiva en su designio orgánico y recibe la luz necesaria para sus distintos momentos. La memoria nos impulsa hacia el futuro y mantiene despierta la expectativa de la plenitud de la vida. 

El misterio de la pascua de Cristo brinda una respuesta a las preguntas del hombre. El Señor Jesús, con su resurrección, nos dice que el continuo «pasar» no tiene como término final la muerte, sino la vida. Y en la fiesta nos anticipa y nos hace vivir, como primicia, el paso definitivo a la vida eterna. En efecto- escribe san Pablo-, «Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida» (1Cor 15, 21-23). 


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