España. Tres milenios de Historia

Sitúa Antonio Domínguez el origen de lo que podríamos llamar España en la colonia romana del siglo II, cuando se establece un “nuevo régimen” basado en el dominio agrario. Este nuevo régimen de propiedad no se nutría sólo de antiguos esclavos; muchos pequeños propietarios a quienes amenazaba el despojo y la ruina preferían entregar su tierra a un señor poderoso y seguirla cultivando como colono; ganaban seguridad a cambio de perder libertad; no podían abandonar su parcela y debían entregar una parte de la cosecha; quedaban así prefiguradas dos instituciones típicas del Medioevo: la distinción entre dominio útil y dominio eminente de la tierra, y la servidumbre en forma de adscripción a la gleba. En los últimos siglos del Imperio; por todas las regiones de Hispania se extendieron las villas de quinientas, mil y hasta dos mil hectáreas; muchas autosuficientes, porque además de las explotaciones agropecuarias y forestales disponían de las artesanías más necesarias. Se establece así una tradición de latifundios.
Respecto a la llamada “España de la tres culturas” (musulmana, judía y cristiana) Domínguez hace referencia a la polémica de Américo Castro y Sánchez Albornoz:
Para el primero la Idea de España basada, según él, en el choque de culturas, del que saldría, como la chispa del pedernal, un destello creador, España, no como unidad, sino como diversidad, producto del choque y convivencia de tres culturas: cristiana, árabe y judía. Sánchez Albornoz impugnó esta concepción de nuestros orígenes, contraponiéndole la tesis clásica, renovada con su prodigiosa erudición: España, creación de Roma, representante de una cultura cristiana y occidental, beligerante frente al Islam, a pesar de préstamos ocasionales cuya importancia no hay que negar ni tampoco magnificar. El autor se reconoce más cercano a las tesis de Sánchez Albornoz.
Con respecto al gran Imperio Español del siglo XVI el autor se plantea una pregunta: la dignidad imperial que recayó en un nieto de los Reyes Católicos ¿Fue una ventaja o una desdicha para España? Los hombres de aquel tiempo discrepaban y los del actual también.Finalmente se verá que el afán expansionista llevará a la ruina económica y moral como suele ocurrir. Para Carlos V, como para Luis XIV de Francia «engrandecerse (a costa de sus vecinos, naturalmente) era la tarea más digna de un soberano». Felipe II, después, no sabrá cómo desembarazarse del avispero flamenco, dejando una España exánime.
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