La nueva evangelización


 El 29 de marzo de 2010 Benedicto XVI confiaba a Rino Fisichella, entonces obispo auxiliar de Roma y Rector de la Pontificia Universidad Lateranense, una tarea inesperada y a la vez un reto enorme: presidir un dicasterio para la “Nueva evangelización”. Fisichella asumió el desafío de dar respuestas a inquietantes preguntas: ¿por qué la fe cristianan necesita un nuevo anuncio? ¿qué ha  cambiado en el mundo para que tal empresa sea necesaria? ¿cuáles podrían ser sus contenidos y sus métodos? De todo esto trata el presente libro publicado en 2012.

En pleno siglo XX la Iglesia asume el reto de un fuerte proceso global de secularización. El hombre moderno, que se considea ya “adulto”, trata de vivir y construir el mundo “etsi Deus non daretur” (como si Dios no existiera). Detrás de esta idea está el concepto moderno de libertad como autonomía absoluta.

Uno de los aspectos fundamentales de la cultura con la que hoy hay que confrontarse es el de esta libertad. Es uno de los principios constitutivos del pensamiento moderno y se coloca como fundamento de los derechos que muchos invocan como inalienables de la propia dignidad. Sin embargo, una libertad que se separa de la verdad tendría una vida breve y fácilmente caería en la tentación de expresarse como el poder del más fuerte y arrogante contra el más débil que carece de voz.

Hablar al hombre contemporáneo de la libertad con la que se elige dedicar la vida al Señor en el servicio de la Iglesia exige la referencia a la verdad como horizonte de sentido para realizar plenamente la identidad personal. Por eso es urgente una nueva antropología en la que ubicar también la elección sacerdotal como expresión de una auténtica libertad, precisamente porque se conjuga con la verdad. Se trata, en suma, de establecer el principio según el cual una persona es verdaderamente ella misma en el momento en que responde al plan de salvación que Dios ha querido para cada uno.

La finalidad de la propia vida, que permite ver cómo se realiza el binomio  verdad – libertad, se lleva a cabo al descubrir cada día un plan que no confina en el límite de la existencia individual, sino que se proyecta más allá de uno mismo hacia una relación personal con Dios, que se fía de un hombre concreto, confiándole un encargo tan grande como imposible de realizar sin una llamada divina.

Al final descubrimos que la Iglesia tampoco tiene nada nuevo que ofrecer más allá del mismo Cristo. Lo recordaba el propio Benedicto XVI en una de sus magníficas homilías:

“No hay nada de mágico en el cristianismo. No hay atajos, sino que todo pasa a través de la lógica humilde y paciente del grano de trigo que muere para dar vida, la lógica de la fe que mueve montañas con la fuerza apacible de Dios. Por esto Dios quiere seguir renovando a la humanidad, la historia y el cosmos a través de esta cadena de transformaciones, de la cual la Eucaristía es el sacramento. Mediante el pan y el vino consagrados, en los que está realmente presente su Cuerpo y su Sangre, Cristo nos transforma, asimilándonos a él: nos implica en su obra de redención, haciéndonos capaces, por la gracia del Espíritu Santo, de vivir según su misma lógica de entrega, como granos de trigo unidos a él y en él. Así se siembran y van madurando en los surcos de la historia la unidad y la paz, que son el fin al que tendemos, según el designio de Dios”.

“Caminamos por los senderos del mundo sin espejismos, sin utopías ideológicas, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, tenemos la firma certeza de que el amor de Dios, encarnado en Cristo, es más fuerte que el mal, que la violencia y que la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres cielos nuevos y una tierra nueva, donde reinan la paz y la justicia; y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra patria verdadera. También esta tarde, mientras se pone el sol sobre nuestra querida ciudad de Roma, nosotros nos ponemos en camino: con nosotros está Jesús Eucaristía, el Resucitado, que dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 21)”. (Homilía del Corpus de 2011)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dios es siempre nuevo

Alguien a quien mirar

Castellano