De Homero a Kafka




Rafael Gómez Pérez nos ofrece en este libro una notable selección de páginas magistrales fruto de lzrgos años de lecturas. En este libro va a los grandes clásicos de Homero a Kafka y selecciona fragmentos, casi siempre también en versión original. Pero él no lo hace para ofrecer un rápido atajo de o hacia la lectura, como aquí, sino para ir configurando un delicioso retrato puntillista del hombre: “Los textos han sido escogidos para que pudieran dar, en conjunto, una geografía del alma, una visión del ser humano, una antropología”.
En la intención del libro, ha pesado más que el título (De Homero a Kafka), el subtítulo: 75 clásicos para una geografía del alma. Es legítimo, porque nadie ha tomado tanto las medidas al ser humano como los grandes maestros y esa ha sido una de las razones de toda la vida para leer. La selección hace gala, sin embargo, quizá irremediablemente, de cierta arbitrariedad. Con las obras no hay sorpresas, son las canónicas, pero Gómez Pérez escoge los fragmentos de esas obras según su interés particular de cartógrafo espiritual con un meditado plan de viaje. No busca el sentido de la vida completo y complejo que ofrece cada obra concreta, sino que escribe una obra (ésta, la suya) en busca de su propio sentido, apoyándose aquí y allá en los grandes autores. Por ejemplo, de santa Teresa de Jesús destaca su amor a la verdad, verdadero, sin duda, pero deja sin reseñar su gracia, su ascética, su mística, su alma aventurera. O de Jorge Manrique escoge una glosa mediana y no las Coplas a la muerte de su padre. En cambio, de Tomás Moro hace un movimiento audaz: no recurre a su archifamosa y archidifícil Utopía, sino a la maravillosa De tristitia Christi. Veamos tres ejemplos:
a) El mayor peligro del ser humano, lo reconozca o no, dice el autor, es quedarse sin Dios. Dios no es “fácil” de entender ¿por qué permite el mal en el mundo?… Hace falta ahondar en la vida para entender todo esto.

Un gran poeta, Friedrich Hoerderlin, lo vio. Dice en uno de sus poemas:

Cercano está el dios
y es difícil captarlo.
Pero donde hay peligro
crece lo que nos salva.
(…)
mas lo que quiere el Padre,
que rige sobre todo, 
es la observancia de la letra inmutable
y que se interprete como es debido lo permanente.
A ello se atiene la poesía alemana.

“Que se interprete como es debido lo permanente, lo real, ahí está el meollo, porque como dijo Machado la poesía es eso: “unas pocas palabras verdaderas”.

b) En su novela inacabada “Enrique de Ofterdingen” el escritor romántico Novalis nos sorprende, pese a su juventud, con reflexiones de una madurez y profundidad notables, Rafael Gómez (en su obra “De Homero a Kafka”) recoge esta:

Una posteridad más sabia que nosotros buscará cualquier noticia del pasado como si fuera una reliquia, y ni la vida de un solo hombre, por insignificante que ésta sea, le será indiferente, porque en ella se verá reflejada, con mayor o menor intensidad, toda la vida de una época.

Varias consideraciones nos sugiere el texto citado. La historia, por lo general, se ha dedicado a reseñar las hazañas de gente importante, o considerada importante por sus aduladores. Pero ¿quién es importante y por qué? Quizá tenga razón quien piensa que nadie es más que nadie, que cada vida es importante e insustituible, que la historia también la escriben personas corrientes. No olvidemos esta gran verdad que Novalis supo intuir con genial clarividencia.

c) Magistral soneto de Francisco de Quevedo:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera; 

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa: 

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido, 

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Comenta Rafael Gómez Pérez tres detalles de los muchos que se pueden destacar: 

1.     “la postrera sombra” que se lleva el “blanco día” es, evidentemente, la muerte.
2.    La segunda estrofa es una referencia implícita a la mitología griega: la llegada al mundo de los muertos en la barca de Caronte, pero el alma desafía esa ley severa.
3.    El primer terceto da las razones de esto: el alma ha sido la prisión de todo un dios, el amor; las venas y las médulas de los huesos han ardido con ese amor. Por eso dejará su cuerpo, pero no el cuidado que va implícito en el amor. 

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