Pablo VI. Gobernar desde el dolor

Pablo VI es considerado el primer Papa moderno. Alma del Concilio Vaticano II, propulsor del diálogo con el mundo contemporáneo, tuvo que hacer frente a muchas tormentas, dentro y fuera de la Iglesia. Predicador de la paz en plena Guerra fría, defensor de la vida con su encíclica Humanae vitae, peregrino del Evangelio por los cinco continentes, su pontificado es todavía objeto de análisis y discusión. Solía afirmar que hoy el hombre cree más a los testigos que a los maestros. Su beatificación confirma que fue -en medio del dolor por la crisis del mundo y de la Iglesia- un testigo creíble de la verdad.

Esta breve biografía de Mariano Fazio destaca los aspectos más relevantes de su magisterio. Giovanni Battista Montini, hijo de un parlamentario de la Democracia Cristiana siempre se “adhirió a un catolicismo deseoso de sacar consecuencias culturales, políticas y sociales de la fe”. Pío IX prohibió la participación de los católicos en las actividades políticas, como protesta ante la usurpación de los Estados Pontificios por parte del reino de Italia. Esta medida implicó que la esfera pública estuviera dominada por las fuerzas socialistas y liberales. Benedicto XV levantó esta prohibición, vendrán años de lucha política fuerte en los que católicos demócratas se esfuerzan por conseguir puestos de responsabilidad en la sociedad.

Durante el pontificado de Pío XI Montini es nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado (nº 3 del Vaticano), siendo Secretario de Estado el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII. El prestigio de Montini crece sin cesar junto con una gran actividad diplomática. En 1954 es nombrado Arzobispo de Milán, una de las diócesis más importantes de la Iglesia Católica.

En Junio de 1963 muere Juan XXIII, que había nombrado cardenal a Montini y había puesto en marcha el Concilio Vaticano II, siendo elegido como nuevo Papa con el nombre de Pablo VI. Su encíclica programática “Ecclesiam suam” presenta a la Iglesia como servidora de la humanidad centrándose en el tema del diálogo; en ella el Papa se dirige a toda la humanidad y presenta la salvación del hombre en el contexto de un diálogo entre Dios y la criatura humana. Es un diálogo de salvación abierto por iniciativa divina.

Y junto al diálogo el tema prioritario de la paz: “Ya desde ahora decimos que nos sentiremos particularmente obligados a volver no sólo nuestra vigilante y cordial atención al grande y universal problema de la paz en el mundo, sino también el interés más asiduo y eficaz. Ciertamente lo haremos dentro del ámbito de nuestro ministerio, extraño por lo mismo a todo interés puramente temporal y a las formas propiamente políticas, pero con toda solicitud de contribuir a la educación de la humanidad en los sentimientos y procedimientos contrarios a todo conflicto violento y homicida y favorables a todo pacífico arreglo, civilizado y racional, de las relaciones entre las naciones. Solicitud nuestra será igualmente apoyar la armónica convivencia y la fructuosa colaboración entre los pueblos con la proclamación de los principios humanos superiores que puedan ayudar a suavizar los egoísmos y las pasiones —fuente de donde brotan los conflictos bélicos—. Y no dejaremos de intervenir donde se nos ofrezca la oportunidad para ayudar a las partes contendientes a encontrar honorables y fraternas soluciones”. Instituye el día 1 de enero como “Jornada mundial de la paz”.
Pablo VI será el primer papa que viaja en avión, llegando a recorrer los cinco continentes. Pero su pontificado tendrá un punto de inflexión en 1968 con la publicación de la Encíclica “Humanae vitae”. El ambiente de contestación y disidencia que surge en la Iglesia tras el Concilo –y que tanto hizo sufrir a Pablo VI- rebrota con la publicación de esta encíclica. En los siguientes años de su pontificado ya no escribirá más encíclicas. Son momentos muy duros para la Iglesia, miles de sacerdotes y religiosos abandonan su ministerio. A Pablo VI le quita el sueño la situación, llegando a afirmar que “por alguna fisura se ha colado el humo de Satanás en el Templo de Dios”.
De esta segunda parte de su pontificado cabe resaltar la Exhortación “Evangelii nuntiandi”, que curiosamente será el documento más citado por Jorge Mario Bergoglio, futuro Papa Francisco. Allí afirmará entre otras cosas: “Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad” (n. 31).



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