Teología litúrgica. Una introducción

Magnífico manual de Felix Mª Arocena en el que sintetiza más de veinte años dedicados apasionadamente al estudio y a la vivencia de la Liturgia. Mi amistad personal con el autor ha permitido ser testigo de su creciente interés por esta materia.
¿De qué trata el libro? La respuesta a la pregunta ¿qué es la liturgia? puede parecer obvia: la liturgia son los ritos y ceremonias mediante los cuales se da culto a Dios. Sí, pero no. Porque la naturaleza de la liturgia cristiana no cabe reducirla a estética, rúbricas y protocolo, sino que es mucho más rica, bella, amplia y profunda. Así lo ha mostrado el Concilio Vaticano II, al revalorizarla con inusitada autenticidad y grandeza teológica, es decir, al recuperar su comprensión cabal.

Cuando la acción litúrgica incide en nuestra sensibilidad, un cierto estremecimiento se apodera de nosotros, como si penetráramos en un mundo misterioso, simbólico y sublime en el que los gestos y los movimientos componen una armonía divina, a modo de eco tenue de los himnos que resuenan en la Jerusalén del Cielo. De ahí que la liturgia de la Iglesia se presente como la posibilidad real de vivir los avatares cotidianos en estrecha vecindad con lo eterno.

Estas páginas, nutridas en la tradición de la Iglesia, ahondan sus raíces en la Constitución Sacrosanctum Concilium, descubriendo -en sus líneas maestras- la savia que confiere libertad y consistencia a la vida espiritual, dotándola de un intenso tono objetivo. El misterio de Cristo, la celebración litúrgica, así como la vida del que en ella participa, conforman una trilogía, que muestra la profunda cohesión de la experiencia cristiana.
Félix María Arocena (San Sebastián 1954) es sacerdote, doctor en Teología y en Derecho Canónico, y licenciado en Físicas. Completó su formación litúrgica en el Pontificio Istituto Liturgico sant'Anselmo (Roma). Profesor en la Universidad de Navarra y en la Universidad San Dámaso de Madrid, es miembro ordinario de la Pontificia Academia Latinitatis (Roma) y correspondiente de la Pontificia Academia di Teologia (Roma) y de la Real Academia de Doctores de España (Madrid).

No me resisto a incluir una pequeña síntesis de la obra que el propio autor hace al final:
Rasgos de la vida litúrgica y sacramental:
1.     Estima por la gratitud del don de Dios, que nos ha amado primero. La liturgia nos hace proclives a la alabanza del Dios siempre más grande (Deus semper maior) que sale a nuestro encuentro.
2.     Conciencia de tener acceso siempre libre y confiado al Padrepor medio de Jesucristo. Jesús es el camino por el que todos tenemos fácil acceso al Padre.
3.     Gratitud por el don de ser hechos partícipes de la vida trinitaria. La celebración Litúrgica es el espacio donde la Trinidad actúa en la historia, el ámbito donde los fieles calan en el sentido del misterio.
4.     Reconocimiento de la liturgia como escenario privilegiado de la acción del Espíritu Santo. El Espíritu actúa poderosamente en el memorial que hace presente el Misterio Pascual, interiorizando el misterio en el corazón del cristiano.
5.     Asunción del carácter central y culminante del misterio pascual de Cristo. Toda la historia de la salvación confluye en la “hora de Jesús”, a la vez que proyecta su luz sobre la vida del creyente.
6.     Aprecio por la misteriosa contemporaneidad entre los acontecimientos redentores del Triduo Pascual y el “hoy” litúrgico de la asamblea. Los acontecimientos humanos permanecen en la memoria histórica, los de Cristo, como “memorial litúrgico” no pasan, Dios está fuera del tiempo. En la celebración litúrgica siempre hay algo nuevo.
7.     Experiencia de las celebraciones sacramentales como puntos de inserción en el misterio de Cristo. Cristo es sacramento del Padre y la Iglesia sacramento de Cristo.
8.     Comprensión de la propia historia biográfica como “microhistoria de la salvación”. Nuestra historia personal se inserta en la gran historia de la salvación mediante la liturgia.

9.     Coherencia que proviene de entender la propia vida como lugar donde vivir el misterio celebrado. “¡Glorificad a Dios en vuestra vida!” podéis ir en paz.

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