Gestos de Jesús
Un ejemplo: "Al ver la ciudad, lloró sobre ella"
“Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: ¿Si conocieras también tú este día lo que te lleva a la paz!”(Lc 19, 41).
En un recodo de la bajada del monte de los Olivos, aparece Jerusalén a los ojos de la comitiva. Quizá se ensimismó Jesús unos instantes, ajeno ahora al bullicio que le rodea. Presagia en Señor los males que se cernirán pronto sobre esa ciudad, que no le reconoce como Mesías, y a la que ama apasionadamente. Y, profundamente conmovido, Jesús lloró, dio rienda suelta a su dolor: se contrae su rostro, se aprietan ligeramente los labios, los ojos se achican y humedecen, algunas lágrimas corren por sus mejillas.
Me desconcierta, Señor, verte llorar. No acabo de convencerme de que eres hombre, como yo, como todos. A base de afirmar mi fe en tu divinidad, tengo que hacer un esfuerzo muy grande para imaginar tu llanto.
Iba a ponerme sentimental, Jesús, cuando caigo en la cuenta de que Jerusalén somos todos, soy yo también; de que mis ojos, con enorme frecuencia, están miopes para reconocer tu cercanía, tus visitas.
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