El Señor

El Señor  nació de la actividad pastoral y sobre todo homilética de Romano Guardini en  los años veinte y treinta. El volumen fue publicado en 1937.  Entre 1923 y 1939 Guardini enseñó en la Universidad de Berlín, en la cátedra de Filosofía de la Religión y Cosmovisión Católica. Entre 1920 y 1922 residió en Bonn donde preparó y defendió su habilitación en Teología sobre San Buenaventura. En 1920 tuvo su primer encuentro con el grupo juvenil católico Quickborn que jugaría un papel muy importante en su vida durante más de 20 años. 
Con palabras iluminadas por una gran sabiduría teológica, busca Guardini contemplar al Señor, admirar su talante para acogerlo como Salvador. De esa intención nacen reflexiones llenas de naturalidad y de rigor, que bosquejan atractivos perfiles de la personalidad de Jesús. Romano Guardini además de ser un importante pensador “vivió intensamente su vida sacerdotal y la tarea apostólica que implica", como recuerda Alfonso López Quintás. El mismo lector podrá comprobar que el libro que tiene en sus manos es un excelente testimonio de tales palabras.
Por centrarnos en algún tema veamos lo que dice del "Reino de Dios":
“La actividad pública de Jesús comienza con un anuncio: «Ya llega el reinado de Dios». La doctrina sobre el reino de Dios llena las páginas de las diversas recensiones evangélicas. El tema del «reino» es el principal contenido de la predicación de Jesús. Todos sus pensamientos, su enseñanza, su acción y su destino giran en tomo a él. Es imposible decir en pocas palabras lo que significa ese «reino». Habrá que leer los “Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Cartas apostólicas; habrá que acoger vitalmente lo que ahí surgió y aconteció; habrá que escuchar lo que se dice expresamente, pero también habrá que percibir lo que no se dice, lo que acontece mediante las palabras y actúa encarnado en las figuras. Sólo entonces se tendrá una idea aproximada de lo que es «el reino de Dios». Pero sería absurdo intentar decirlo aquí en breves palabras. Tendremos que hablar frecuentemente de ello, y quizá al final de nuestras reflexiones lleguemos a entender ese «reino de Dios», no expresado en palabras explícitas, sino como presencia contemplada y asimilada.”
El dice: « Se ha cumplido el plazo; ya llega el“reino de Dios». El reino de Dios, por tanto, no es un orden establecido, estático, sino algo vivo, que adviene. Durante mucho tiempo estuvo lejos, luego se fue aproximando, y ahora está tan cerca que exige su aceptación. El reino de Dios significa que Dios reina. Pues bien, ¿qué ocurre cuando reina Dios?
  Preguntémonos primero: ¿Qué es lo que realmente tiene poder en nosotros mismos? ¿Qué reina en mí? Sobre todo, los hombres. Los que me hablan, aquellos a los que leo y con los que me relaciono, y los que se sustraen a mí. Los que me aceptan o me rechazan; los que me estorban o me ayudan. Los hombres que quiero y con los que tengo obligaciones, aquellos a los que cuido y sobre los que tengo influencia. Eso es lo que reina en mí.”a
“Dios reina sólo en la medida en que la conciencia de él puede hacerse valer, a pesar de todos los hombres, a través de ellos y al lado de ellos. También reinan en mí las cosas. Las que me apetecen, mediante el poder de su apetencia; las que me sirven de obstáculo, precisamente por el hecho de serlo; las que me encuentro en todas partes, porque me provocan, me inquietan, me absorben. Las cosas reinan en mí por el mero hecho de que existen y llenan todo mi espacio interior y exterior En mí reinan las cosas, no Dios. Dios reina en mí sólo en la medida en que la pluralidad de las cosas, que todo lo llena, le deja sitio; Dios reina en mí, en cierto modo, a través de las cosas, en torno a sus fronteras... En realidad, Dios no reina en mí.”



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