El amor a la sabiduría

He releído El amor a la sabiduría, de Etienne Gilson, en una edición reciente, más incompleta que otras más antiguas, que sólo contiene los dos primeros de los cuatro textos originales. La primera conferencia, pronunciada en Harvard en 1927, se titula «Ética de los Estudios Superiores»; la segunda, en Marquette, en 1947, «Historia de la Filosofía y educación filosófica. Muy interesante.

En la primera conferencia dice Gilson a sus oyentes que «es verdad que existió una vez la superstición de que todo lo viejo era verdad; pero ahora sufrimos la contraria y no menos peligrosa superstición de que todo lo viejo es falso y todo lo nuevo es verdad. De hecho, el tiempo no tiene nada que ver con la verdad. Una verdad nueva puede y debe reemplazar viejos errores, pero no puede reemplazar viejas verdades. (…) La verdad os hará libres. La sumisión a la verdad os hará grandes».

Y pone el ejemplo de Aristóteles. “Fue una tontería que algunos creyeran que todo lo que Aristóteles había dicho era verdadero porque lo había dicho él, pero ¿no sería igualmente –o quizá más tonto aún- creer que todo lo que dijo es falso? (…) Estad siempre prestos a ceder ante la verdad, resueltos a adheriros a ella, y ella os ahorrará la pesadumbre de ceder ante cualquier otra persona o cosa”.
En la segunda les recuerda que una cosa es enseñar filosofía y otra filosofar. Los grandes maestros no pueden pensar por nosotros, pero pueden hacernos pensar por nosotros mismos. Cuando no logramos encontrar un maestro en el presente debemos mirar al pasado: «así lo hizo una vez el Altissimo poeta, Dante, cuando —encontrándose sin nadie que pudiera enseñarle a ser poeta— retrocedió más de mil años y encontró a Virgilio». Gilson se refiere, naturalmente, a su maestro Tomás de Aquino, pero en general vale la pena recordar, como él hace, que, en el mundo del pensamiento, no hay muertos o, si se quiere, que todos los muertos están vivos y algunos mucho más vivos que otros.
Por último un consejo para ganar la atención de los jóvenes modernos: “invitadlos a la demolición de los viejos códigos y de los ídolos antiguos”.

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