Iglesia pobre y para los pobres


Interesante libro escrito por el Card. Ludwig Mülleren colaboración con el teólogo Gustavo Gutiérrez. Creo sinceramente que su lectura ayuda bastante a entender el pontificado del papa Francisco quien, por cierto, escribe la presentación el libro.
La amistad entre Müller y Gutiérrez se remonta a los años ochenta, unos diez años después de que Gustavo Gutiérrez publica su libro “Teología de la liberación”.  Fueron las intuiciones teológicas de la teología de la liberación de Gustavo Gutiérrez las que movieron al profesor de teología dogmática de Múnich a pasar varias temporadas vacacionales del curso escolar conociendo de cerca esa vida de extrema pobreza entre los campesinos y los habitantes de suburbios en ciudades de Perú. Müller pensó que, para comprender a los pobres no basta con leer libros sobre la pobreza. Más aún, para comprender mejor el Evangelio de Jesucristo, que quiso hacerse pobre por nosotros.
En la década de 1980 la teología de la liberación despertó el interés de los teólogos alemanes y también una fuerte controversia en la Iglesia. Roma convocó una reunión con obispos peruanos y el Card. Joseph Ratzinger tomó cartas en el asunto. Como consecuencia de todo esto la Congregación para la Doctrina de la Fe publicará dos documentos importantes en 1984 (Libertatis nuntius) y 1986 (Libertatis conscientia) firmados por Ratzinger explicando y enjuiciando esta teología.
En este contexto se organiza el año 1988 un importante seminario de investigación en Perú sobre la “teología de la liberación” para docentes de teología del ámbito de habla alemana en el que participará el propio Müller junto con Gustavo Gutiérrez. Se trataba de conocer de cerca la pastoral católica en su propio contexto social y político marcado por el conflicto armado que lideraba el grupo terrorista “Sendero Luminoso” frente a las fuerzas armadas estatales.
El último capítulo de esta interesante historia podemos situarlo en la Conferencia del CELAM de 2007, a la que asistió el propio Benedicto XVIy en la que pronunció un interesantediscursodel que sacamos unos párrafos:

¿Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en él. Pero, ¿es esto así? ¿Estamos realmente convencidos de que Cristo es el camino, la verdad y la vida? 

Ante la prioridad de la fe en Cristo y de la vida "en él", formulada en el título de esta V Conferencia, podría surgir también otra cuestión:  Esta prioridad, ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual? 

Como primer paso podemos responder a esta pregunta con otra:  ¿Qué es esta "realidad"? ¿Qué es lo real? ¿Son "realidad" sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de "realidad" y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. 

La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente:  Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis. 
Pero surge inmediatamente otra pregunta:  ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo? No podemos entrar aquí en un complejo debate sobre esta cuestión fundamental. Para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple:  Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y él, "que está en el seno del Padre, lo ha contado" (Jn 1, 18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad. 

Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo "hasta el extremo", no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor semejante:  "Te seguiré adondequiera que vayas" (Lc 9, 57). 
Todavía nos podemos hacer otra pregunta:  ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es:  nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión:  el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobresestá implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). 

Salón de Conferencias, Santuario de Aparecida
Domingo 13 de mayo de 2007

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dios es siempre nuevo

Alguien a quien mirar

Castellano