Sobre el hombre


Tengo la sensación de haber descubierto tarde a Olivier Clément, justo  nueve años después de su muerte. Escritor, historiador y teólogo francés converso,  bautizado en la Iglesia ortodoxa, el 1 de noviembre del año 1952, cuando contaba 30 años.

Me ha impresionado gratamente la lectura de este libro por la lucidez, originalidad y fuerza de sus argumentos antropológicos basados en la doctrina de los Padres de la Iglesia orientales como Juan Crisóstomo, Gregorio de Nisa, Gregorio Nacianceno o  Máximo el Confesor, y pensadores ortodoxos posteriores como Nicolás Cabasilas, Pablo Florensky, Paul Evdokimov o el propio Dostoievski. Me ha sorprendido su planteamiento claramente personalista y su apertura a los interrogantes de la modernidad. Nos ofrece una renovada antropología reflexionando sobre la persona, enl cuerpo, la sexualidad, el amor, la política y el arte.

Con su sensibilidad para el ecumenismo se ganó la simpatía del Papa Juan Pablo II; trabajó sin descanso por la unidad de los cristianos, sobre todo como miembro de la Fraternidad Ortodoxa francesa. Para él, lo único importante y valioso era llegar a ser realmente cristiano, y nunca consideró a las otras confesiones –católica, anglicana, protestante– como enemigas o adversarias. Esta división era una herencia del pasado, decía, que los cristianos del presente debíamos asumir en una actitud de reconciliación de cara al futuro. La presente obra trata temas de gran interés teológico como “La persona a imagen de Dios”, “El hombre en comunión”, “El destino del EROS”, o “La Belleza”.

El hombre es imagen de Dios en cuanto criatura, el hombre no se basta a sí mismo. La centralidad del concepto de persona es clave para entender al hombre. Los Padres lo toman de la palabra “hipóstasis”. A pesar del dualismo platónico, el pensamiento bíblico capta al hombre en una unidad que Dios trasciende radicalmente. La verdadera distinción, más que entre cuerpo y alma, es entre naturaleza y persona. A la naturaleza se refiere la pregunta ¿qué es esto? La persona, en cambio, trasciende a toda pregunta: no puede definirse; según Clément, es lo único e irrepetible.
A su vez el hombre como persona es un ser “en comunión”. La espiritualidad cristiana es necesariamente una espiritualidad del “nosotros”, en la que la conciencia de sí se despierta en la conciencia de la comunión. En este sentido se entiende también que el amor es fruto de la oración.

Nos ofrece también una aguda revisión de los conceptos de materia y forma. Muchas veces se piensa en la materia como lo visible y la forma como una mera abstracción. Frente a este planteamiento Clément dice que “nada es más espiritual que la forma del cuerpo, esa permanencia accesible a los sentidos en el torbellino de los intercambios cósmicos. En definitiva, lo que vemos no es la materia, sino el alma, la persona.



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