La discreción del bien


Luis Daniel González, magnífico lector y crítico literario, nos ofrece en esta obra –publicada que yo sepa sólo en forma de libro electrónico- una magnífica guía para la lectura de las obras de Dostoievski. Con gran honradez intelectual nos revela sus fuentes, entre las que destaca la biografía de Joseph Frank, “a la que debo buena parte de los comentarios que haré más adelante”.

Dice el eminente crítico Wayne Booth que las grandes obras nos interesan porque despiertan en nosotros intereses intelectuales, cualitativos y prácticos. Por ejemplo, nuestro interés emocional en Shakespeare se basa en eso precisamente y otro autor que posee y transmite la misma riqueza es Dostoievski aunque, aclara, no todas las obras tienen que satisfacerlos todos y, más aún, con frecuencia son incompatibles. Así, continúa, “hay un placer en ver triunfar sobre las dificultades de la vida a alguien que nos gusta y hay un placer en reconocer que la vida es tan compleja que nadie triunfa inequívocamente. Ambos placeres no pueden realizarse del todo en la misma obra. (…) Si está claro sobre dónde se concentra el foco, un gran artista puede, por supuesto, hacer alguna justicia a las complejidades del mundo y alcanzar todavía un alto grado de envolvimiento emocional. Dostoievski, como Shakespeare, deriva parte de su preeminencia en su habilidad para mostrar qué clase de asunto turbio es realmente el mundo moral al propio tiempo que mantiene lúcidas las líneas de nuestras simpatías morales”. Otra de las claves para la lectura del gran escritor ruso aparece en “Crimen y castigo”, Raskolnikov se arrodilla ante Sonia y le dice que no lo hace ante ella sino ante todo el sufrimiento de la humanidad, eso es lo que hace Dostoievski en todos sus libros.

Luis Daniel González destaca especialmente tres obras dentro de la amplia producción del autor:

“Crimen y castigo”, Vemos aquí la fuerza del amor que redime, la fuerza salvadora que nace de una bondad discreta pero incondicional. Esto es patente aquí en una mujer como Sonia: en su capacidad de compasión del culpable como el verdadero desgraciado, en su modo de actuar y perdonar sin espíritu de rebeldía o de crítica, en su grandeza de corazón para compartir los destinos de los demás con entero olvido de sí misma... Dice Romano Guardini (en “El universo religiosos de Dostoievski”) que Sonia es «la criatura más pura y mansa de las figuras femeninas de Dostoievski», un personaje que no intenta justificar sus pecados, que continúa viviendo convencida de su culpabilidad, que acepta la vida en su incomprensible confusión, y que ni se deja engañar con las teorías de Raskólnikov ni le deja a él engañarse a sí mismo: «¡Calle! ¡No se ría, blasfemo! Usted no entiende nada, ¡nada!

“Los demonios” quizá esta obra sea la más deslumbrante de sus creaciones. «Es un drama histórico-simbólico sin precedente, que pretende abarcar todas las fuerzas de la cultura rusa del siglo XIX hasta su momento»; es, también, un «retrato asombrosamente profético de los dilemas morales y de las posibilidades de traicionar los más altos principios, que han continuado obsesionando al ideal revolucionario desde los días de Dostoievski hasta (aun más espectacularmente) los nuestros».

En tercer lugar está “Los hermanos Karamazov”. Novela en la que "confluyen todas las obras de Dostoievski". En ella más que en ninguna otra, dice Joseph Frank, sobresale una de sus cualidades más sobresalientes como novelista: «su capacidad no sólo de pintar caracteres con un escrupuloso realismo social y psicológico sino también de vincular sus conflictos y dilemas con una exploración de los problemas últimos de la existencia humana: las preguntas “malditas”, que tradicionalmente han sido planteadas (y contestadas) por la religión». Entre otras, si el fundamento de la moral es el temor de Dios o la solidaridad humana como quieren los moralistas sin Dios.


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