La Madre de Dios
Tomáš Špidlík, S.J. fue
un sacerdote checo, teólogo y profesor de patrística y espiritualidad oriental y autor espiritual de
renombre. En este sustancioso libro hace un comentario de gran hondura
teológica sobre lo que pueden ser consideradas las tres oraciones marianas más
difundidas: el Avemaría, el Magníficat y la Salve Regina. Su lectura puede
considerarse una fecunda invitación a profundizar en el Misterio cristiano.
En la Introducción
nos deja una sugerente idea: “María es imagen del hombre perfectamente redimido
por Cristo. Por tanto, quien quiera conocer cual es el efecto de la redención
de Cristo, que mire a María”. María es la “llena de gracia” y esto apunta al
núcleo del misterio de nuestra Redención.
“El Dios de la Biblia se revela como lleno
de misericordia y de gracia. El derrama su favor sobre las personas que elige”,
no debemos ver la Inmaculada Concepción de un modo negativo, como simple
privación de un mal que es puro Don de Dios, sin ningún mérito por parte de
María, si fuera de este modo podríamos admirarla pero no imitarla. No faltan
autores que ven en María un ejemplo de “apatheia”
(impasibilidad) entendida como ausencia de pasiones. La verdadera “apatheia”
sería más bien una fuerza interior de la caridad, el don del Espíritu, “prontitud
para rechazar todo mal apenas se presente”.
Considera también
el autor que “existen grandes ventajas para la espiritualidad por el hecho
providencial de proponer una mujer como ejemplo de la perfección humana”. La
razón es la siguiente: lo “masculino”, por la abstracción de su razonamiento se
desliza hacia lo esquemático con facilidad, manifestando un cierto desprecio
gnóstico hacia lo material y concreto. El ideal femenino de la perfección sirve
como de corrección psicológica indispensable para que la “vida nueva” que
Cristo nos ha traído no degenere en una doctrina esquemática o en una
ideología, sino que sea realmente vida. “María, que espera dócilmente la venida
del Espíritu Santo, dispuesta a decir su “sí” a toda obra buena, constituye la
realización más perfecta del ideal cristiano”.
María nos muestra
también la esencia de la contemplación. “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
La contemplación es veer a Dios en las cosas: en el cosmos, en el prójimo, en
nuestras acciones, y de un modo más específico en nuestro corazón. La perfección
de María consiste en su plena apertura a Dios, en que ella misma es una especie
de encarnación o incorporación de Dios al mundo. Como dicen los Padres de la
Iglesia “María concibió antes en la mente que en el cuerpo”.
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