Cambio mi vida con el Papa Francisco
José Luis García Labrado nos ofrece aquí una magnífica selección de textos
clasificados con un criterio práctico: seguir los temas más frecuentes tratados
en los retiros espirituales. Dios Creador, la filiación divina, la llamada
universal a la santidad, el pecado, los novísimos, la Encarnación del Verbo, el
trabajo, la vida familia, la vida de fe, la Pasión del Señor y su Resurrección,
son algunos de los temas que vemos al ojear el Indice.
Todo el texto gira en torno
a un tema: la centralidad de Jesucristo
en la vida del cristiano. Así de una homilía de Casa Santa Marta se recoge
este texto:
«Es así de
sencillo: si lo que tú deseas, o lo que tú piensas explicó, va por el camino de la encarnación del Verbo,
del Señor que vino en carne», significa que es de Dios; pero si no va por ese
camino, entonces no viene de Dios. Se trata, en esencia, de reconocer el camino
recorrido por Dios, quien se «abajó, se humilló hasta la muerte de cruz».
Abajamiento, humildad y también humillación: «éste indicó el Pontífice es el
camino de Jesucristo».
Por lo tanto, si
un pensamiento, si un deseo «te lleva, añadió, por el camino de la humildad,
del abajamiento, del servicio a los demás, es de Jesús; pero si te lleva por la
senda de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo o por el camino de un
pensamiento abstracto, no es de Jesús». Lo confirman las tentaciones que Jesús
mismo sufrió en el desierto: «Las tres propuestas que el demonio hace a Jesús
eran propuestas que querían alejar a Jesús de este camino, del camino del
servicio, de la humildad, de la humillación, de la caridad realizada con su
vida».
«Pensemos hoy en
esto -propuso el
Pontífice-. Nos hará bien. Primero: ¿qué
pasa en mi corazón? ¿Qué pienso? ¿Qué siento? ¿Presto atención o dejo pasar,
que todo vaya y venga? ¿Sé lo que quiero? ¿Examino lo que quiero, lo que deseo?
¿O lo tomo todo? Queridos míos, no prestéis fe a cada espíritu; examinad los
espíritus». Muchas veces, añadió, nuestro corazón es «como un camino, donde
pasan todos». Pero precisamente por esto es necesario «examinar» y preguntarnos
«si elegimos siempre las cosas que vienen de Dios, si sabemos cuáles son las
que vienen de Dios, si conocemos el criterio auténtico para discernir» nuestros
deseos, nuestros pensamientos. Y, concluyó, no debemos olvidar jamás «que el
criterio auténtico es la encarnación de Dios».
O en otro texto:
“Todos
nosotros tenemos un deseo. Pero, pobre gente aquella que no tiene deseo, el
deseo de ir adelante, hacia el horizonte. Para nosotros cristianos este
horizonte es el encuentro con Jesús, el encuentro propiamente con él, que es
nuestra vida, nuestra alegría, Aquel que nos hace felices. Yo les haría dos
preguntas, la primera: ¿Todos ustedes tienen un corazón deseoso? Piensen y
respondan en silencio en el corazón: ¿Tú tienes un corazón que desea o tienes
un corazón cerrado, un corazón dormido, un corazón anestesiado por las cosas de
la vida? El deseo, ir adelante al encuentro con Jesús”.
"Alguno me responderá: Padre, pero yo soy uno que trabaja, que tiene familia, para mí la realidad más importante es sacar adelante a mi familia, el trabajo… Cierto, es verdad, es importante. Pero ¿Cuál es la fuerza que tiene unida a la familia? Es justamente el amor. Y quien siembra el amor en nuestro corazón es Dios. El amor de Dios es el que da sentido a los pequeños compromisos cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas. Este es el verdadero tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con aquel amor que el Señor ha sembrado en el corazón".
"Pero el amor de Dios ¿Qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico; el amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. ¡Jesús! El amor de Dios se manifiesta en Jesús porque nosotros no podemos amar el aire, el todo. No se puede. Amamos personas. Y la persona a la que amamos es Jesús, el don del Padre entre nosotros. Es un amor que da valor y belleza a todo el resto. Es un amor que da fuerza a la familia, al trabajo, al estudio, a la amistad, al arte, a toda actividad humana. Y también da sentido a las experiencias negativas, porque nos permite ir más allá de estas experiencias, más allá, de no quedar prisioneros del mal, sino que nos hace pasar más allá, nos abre siempre a la esperanza. El amor de Dios, en Jesús, siempre nos abre a la esperanza, a aquel horizonte de esperanza, al horizonte final de nuestra peregrinación. De esta manera también las fatigas y las caídas encuentran un sentido, también nuestros pecados encuentran un sentido en el amor de Dios; porque este amor de Dios en Jesús nos perdona siempre. Nos ama tanto que nos perdona siempre".
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