La agonía del Eros


Byung-Chul Han, de origen coreano, estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró por la primera de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger. En la actualidad es profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de Berlín.

En el presente ensayo analiza uno de los aspectos más característcas de la sociedad actual: el individualismo extremo. La proclamación neoliberal de la libertad se manifiesta en realidad como un imperativo paradójico: sé libre. Domina una economía de la supervivencia en la que cada uno es su propio empresario. El neoliberalismo, con sus desinhibidos impulsos narcisistas del yo y del rendimiento, es el infierno de lo igual, una sociedad de la depresión y el cansancio compuesta por sujetos aislados. Los muros y las fronteras ya no excitan la fantasía, pues no engendran al otro. “El ‘tú puedes’ ejerce incluso más coacción que el ‘tú debes’. La coacción propia es más fatal que la coacción ajena”.

Dado que el Eros se dirige a ese otro, el capitalismo elimina la alteridad para someterlo todo al consumo, a la exposición como mercancía, por lo que intensifica lo pornográfico, pues no conoce ningún otro uso de la sexualidad. Desaparece así la experiencia erótica. La crisis actual del arte, y también de la literatura, puede atribuirse a esta desaparición del otro, a la agonía del Eros. “El amor se positiva hoy –dirá- como sexualidad, que está sometida, a su vez, al dictado del rendimiento. Y la sensualidad es un capital que hay que aumentar. El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía (…) en lugar de cercanía surge la falta de distancia”. El amor se ha convertido en una fórmula de disfrute en la que no cabe el diálogo, ni la narración, ni siquiera el drama… sólo una emoción fugaz y una excitación sin consecuencias.


Todo esto conduce a lo que Nietzsche llamó la nueva esclavitud. Prefiere la salud a la libertad. La salud es elevada a la categoríaa de la “gran diosa”. El “último hombre” –dirá en “Así habló Zaratustra” venera la salud porque sólo aspira a sobrevivir. “Nosotros hemos inventado la felicidad, dicen los últimos hombres mientas parpadean”. Cuando se sacraliza la mera vida la teología da taso a la terapia y la muerte ya no encaja en ningún sitio.

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