Comentario al Cantar de los Cantares

En este libro, publicado en
2013, nuestro autor plantea el amor humano, con todo su esplendor, como el reflejo de un amor
mayor, de ese Amor del que todo amor procede. Cuando el Cantar de los Cantares
celebra las bodas del rey Salomón con una mujer extranjera, el Espíritu Santo,
verdadero autor de la Sagrada Escritura, lleva nuestro espíritu hacia otro rey,
otra esposa, y otras bodas. Y si ese mismo Espíritu nos ayuda a leer sus
versos, un desposorio real celebrado hace miles de años se convertirá en
ventana abierta hacia unas bodas eternas.
Salomón es Jesucristo. La esposa es
la Iglesia, y el tálamo es la Cruz.
Verso a verso ve desgranando
interesantes consideraciones:
Sigue (el Amado) las huellas de las ovejas.
“Ahí tienes las huellas que han dejado los santos tras el rastro de Cristo. Síguelas,
y hallarás el Monte Calvario. Al recorrerlas con la mirada, observarás que esas
huellas se adentran por lugares oscuros, ascienden cuestas empinadas y riscos
escarpados, se deslizan por senderos estrechísimos que bordean los abismos (…)
los santos que han dejado esas huellas en la arena eran de la misma condición
que tú; tenían una carne como la tuya, y las mismas debilidades que a ti te
hacen sentir frágil. Cayeron muchas veces, como has caído tu; pero se
levantaron siempre, porque su deseo del Amor era grande. Ahora, alma, te
desvelaré un secreto que muy pocos quieren conocer: ninguno de ellos subió por
su propio pie al Calvario. Apenas se habían fatigado en el camino, cuando el
Pastor descendió hasta donde ellos estaban, y, tomándolos sobre sus hombros,
los llevó hasta la cima. A unos, a los más débiles, les salió al encuentro muy
pronto; cuando apenas habían comenzado a ascender; otros, los más fuertes,
soportaron muchas penalidades, lucharon contra las fieras y sortearon trampas
de muerte: el Pastor les hizo esperar durante más tiempo…
Otro verso
famoso: Su izquierda está bajo mi
cabeza, y su diestra me abraza. Aquí el brazo izquierdo del Amado “hace
amorosamente las veces de almohada o reclinatorio para la cabeza de la Amada.
Por eso, y porque el origen del brazo izquierdo es ese lado del costado en que
se halla el corazón, diremos que se nos está hablando ahora del Corazón de
Nuestro Rey y Señor Jesucristo, sobre el que el discípulo amado reclinaba su
cabeza (Cf. Jn 13, 25). En él descansa el alma amada de Cristo, gustando las
delicias de los nobles y divinos sentimientos que yacen escondidos en tan
preciado cofre. Por el brazo derecho entendemos el costado traspasado por la
lanza del centurión, que se hallaba a ese mismo lado, y del que manaron aquellas
agua y sangre (Cf. Jn 19, 34) que simbolizan al Espíritu Santo. Y es que el Espíritu
Santo es como abrazo de Cristo, que rodea al cristiano y lo consagra amorosísimamente
a su Señor”.
Con frecuencia
la amada no ve al amado, pero puede escucharlo:
Empieza
a hablar mi amado, y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente».
“Oculto tras las rejas, asomado a las celosías, el Amado deja escuchar sus
palabras. Si en un primer momento la Amada pudo tan sólo distinguir su voz,
ahora puede ella claramente escuchar lo que esta voz le dice. Es necesario,
antes de unirnos definitivamente al Amado, que pasemos un tiempo escuchando su
Palabra aquí en la tierra. Éste es el motivo por el que Él permanece, durante
el breve tiempo de esta vida, oculto tras las celosías de los sentidos”. ¿Cómo
no pensar en la Eucaristía? ese manifestarse del Señor oculto que nos llama a
cada uno.
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