Llamados a la belleza

En este libro Amedeo Cencini nos ofrece una reflexión sobre los caminos por los que hay que buscar la Belleza considerándola siempre unida a la Verdad y el Bien. Vivimos tiempos de decadencia en el gusto por la belleza y, quizá por eso, de crisis espiritual.
Partiendo de la idea platónica de que “lo Bello es expresión de lo Verdadero” Cencini nos introduce en la dimensión espiritual de la belleza, tan difícil de captar en un mundo donde el materialismo hace estragos. Se podría decir que vivimos para descubrir la belleza, una belleza que parece ocultarse por pura humildad, porque Lo bello no necesita en absoluto llamar la atención, impresionar, buscar visibilidad atrayendo hacia sí, ni busca acceso a extravagancias, sino que se manifiesta también o, sobre todo, en el detalle, en lo pequeño, en la medida discreta y tal vez oculta que permanecerá invisible para la mayoría (la flor llamada “estrella alpina” o “edelweiss” es extraordinariamente bella, aunque nadie la vea en la cima inaccesible). Lo bello es humilde, podríamos decir, y esto porque -una vez más- remite más allá de sí mismo.

No necesita el reconocimiento público o en la plauso, porque lo bello no solo satisface la vista de aquel que lo ve, sino que es ya rico y pleno en sí mismo. Un poco como el amor, que basta por sí mismo, o que satisface precisamente porque es bello en sí.
Dentro de la Pedagogía de la Belleza Cencini anima a cultivar la sensibilidad estética como itinerario para descubrir la propia vocación. La “sensibilidad vocacional” que nace de la concepción de la vida como respuesta a una llamada, crece en la dirección auténtica si el sujeto aprende a desear, esperar, reconocer la voz que lo llama y se refuerza cuanto más sigue el llamado tal voz y reconoce en la llamada la propia identidad lo que le ofrece verdad belleza y bondad.

Esa sensibilidad estética será cristiana si el “llamado” vive todo esto como una cosa bella, en sí misma, bella para sí mismo, bella hasta el punto de convertirse a su vez en comunicador, confirmando que la vocación cristiana nunca es “autorreferencial” ni la belleza es solo en referencia al sujeto. Es una llamada “hacerse cargo” de nosotros.
Para terminar recordemos las palabras del Papa Francisco: “Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al «camino de la belleza» (via pulchritudinis). Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. No se trata de fomentar un relativismo estético, que pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad, bondad y belleza, sino de recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón humano y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad del Resucitado”. (Evangelii gaudium, 167):

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dios es siempre nuevo

Alguien a quien mirar

Castellano